12-02-2025 04:05:38 PM

Migrantes: el factor ingreso

Por Valentín Varillas

  

Un indocumentado mexicano, en su primer año de trabajo en los Estados Unidos, tiene un ingreso promedio anual cercano a los 30 mil dólares.

De este monto, destina cerca de un 20% para ayudar a sus familias en territorio nacional.

Ese dinero, se ha convertido en el auténtico sostén de la economía nacional.

Los récords en materia de remesas se rompen continuamente mes con mes, desde hace ya varios años.

A partir del endurecimiento de las medidas migratorias puestas en marcha por el gobierno de Donald Trump, se espera que el número de connacionales que regresan al país aumente de manera importante.

En el caso de Puebla, según Banxico, la reducción de ingresos por este concepto podría llegar a ser del 10% del total.

El análisis de lo “macro”, ha desplazado en importancia a la realidad de lo “micro”.

Y es que, la verdadera tragedia del migrante deportado será el adaptarse, otra vez, a la realidad económica en la que nació y en la que se desarrolló parte de su vida. .

Regresar a su lugar de origen, significa volver a insertarse en aquella pesadilla de pobreza y escasez de la que huyó arriesgándolo todo.

No va a ser fácil.

Sobre todo para aquellos que llevaban ya varios años generando dólares del otro lado de la frontera y jamás pudieron regularizar su situación migratoria.

¿Qué sigue para ellos?

¿Cómo insertarlos de manera efectiva en el sector productivo nacional?

Imposible generar ingresos siquiera comparables a los que obtenían del otro lado de la frontera, pero al menos acceder a salarios que les permitan cubrir sus necesidades básicas y las de sus familias.

En pocas palabras: empezar de nuevo, desde cero y a cualquier edad.

Habrá quienes se resignen y vuelvan a hacer lo que hacían antes de aventurarse a buscar el sueño americano.

Otros, los más, después de haber vivido los enormes beneficios de haberse insertado con éxito en el mercado laboral de una economía de “primer mundo”, buscarán a como dé lugar sacrificar lo menos posible en términos de calidad de vida.

Y para lograrlo, no hay muchas opciones viables, realistas.

Sólo tres: la informalidad, integrarse a las filas de la delincuencia, o volver a intentar cruzar la frontera con los nuevos riesgos que esto implica.

Pareciera que no tienen de otra, por más apoyo moral y discursivo que reciban.

 

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