Por Alejandro Mondragón
Para lo único que no existe antídoto es para enfrentar los estados de ánimo del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.
Gobierno, empresarios y trabajadores mexicanos podrán unirse para defender soberanía y demás.
Incluso, elaborar un plan de relocalización y alianzas estrategias con otros mercados para enfrentar las embestidas proteccionistas y arancelarias de Donald.
Peeeeero si una mañana Trump se despierta de malas impondrá otros gravámenes y si lo hace de buenas, peor.
No hay remedio. La Cuarta Transformación padeció tres años al presidente norteamericano, quien supo chantajear al gobierno de Andrés Manuel López Obrador para que México fuera lo que quería.
Y lo logró, al grado que lo presumió en campaña. Es el clásico buleador que alardea de oprimir al adversario y, someter al cercano.
Trump ahora mismo presume ante los suyos que con un post en su red social Truth puso a temblar a dos gobiernos: Canadá y México, amén de ser sus socios.
Ningún plan o política de negociación sirve frente a lo que Trump ha sido, es y será.
El problema vendrá con aquellos proyectos que se apuntalaron en materia de inversión para el país.
No tienen futuro con Trump.
Eso lo deben saber Audi y Volkswagen, empresas alemanas que creyeron en que un día Trump no las volvería a alcanzar.
Y regresó, más estridente que nunca.
Gobierna una de las potencias del mundo, un personaje que hace de su estado de ánimo, una política pública.
Sin remedio, ni antídoto.