Por Valentín Varillas
Imposible dimensionar todavía las consecuencias que traerá a declaratoria de culpabilidad y posterior sentencia de Genaro García Luna.
Las posibilidades y escenarios son de lo más variado.
Cabe de todo, en términos del análisis.
Aquellos que se centran en los inevitables lugares comunes.
Por ejemplo, señalar lo que desde hace décadas resulta evidente: que México es un país infiltrado en sus instituciones públicas por organizaciones delictivas.
Hay otros que se centran en lo netamente político-electoral.
Este auténtico misil que pega de lleno en la línea de flotación de una oposición ya de por sí destrozada después del devastador fracaso del 2 de junio y que ahora, se hará pedazos internamente utilizando a García Luna para fulminar al grupo del ex presidente Calderón.
Y no podrán acusar, como siempre, que este tema es producto de una persecución política.
Que son víctimas de una cargada del aparato oficial.
Por eso, aquí hay mucha más tela de donde cortar.
De entrada, no parece casual que las autoridades norteamericanas se hayan centrado en la figura de García Luna.
¿Por qué él, si estos pactos perversos entre autoridades y delincuentes son y han sido una realidad añeja en México?
Se trata de un tema recurrente y en el papel “prioritario” en la agenda binacional.
¿Qué hay realmente de fondo?
Tal vez la figura de García Luna abra la llave para que después caigan más.
De cualquier color, partido o ideología y de acuerdo a como convenga.
Los protocolos se han roto y tendrán que generarse otros más.
Nuevos, distintos, con diferentes y ahora sí, permanentes alcances.
Del otro lado de la frontera, faltaba más, hay una rentabilidad electoral enorme.
En año de sucesión presidencial, la sentencia de Genaro, de la mano de la aprehensión de “El Mayo”, son autenticas joyas.
Sobre todo para este oficialismo gringo que ha sido sistemáticamente acusado de laxo en lo que a México se refiere y que busca compensar con su candidata los meses perdidos en caída libre, por la necedad de no sustituir a Biden.
Sí, lo anti-mexicano vende bien de un lado y del otro del espectro político estadounidense.
Bajo la lógica con la que operan las instituciones en ese país, no es casualidad que se haya condenado al personaje de mayor rango en el servicio público en toda la historia de las relaciones bilaterales.
Y lo que falta por venir.
Las interpretaciones son infinitas.
Pero una cosa es sí es real, clara y contundente: en México no hemos sido capaces de llamar a cuentas a personajes de altísimo nivel e influencia que iniciaron, o bien continuaron con esta añeja tradición de irle entregando el país al crimen organizado.
Y caben muchos, muchísimos más : del ayer, del hoy y del mañana.
Más allá de los clásicos “chivos expiatorios”, los casos de mayor peso e importancia los ha llevado el vecino del norte.
Por algo será.
Mientras, el mensaje es muy claro: pongan todos, absolutamente todos, las barbas a remojar.
Y vaya que hay materia prima de donde agarrar.