Por Alejandro Mondragón
El arte de tragar sapos sin hacer gestos, es el legado de la Cuarta Transformación a la política mexicana.
Por supuesto, el mejor ejemplo de ello es lo que ocurrió con la familia Yunes.
Andrés Manuel López Obrador amenazó desde que era candidato a la presidencia en 2018 que sería implacable contra personajes que pretendían imponer una monarquia en los estados.
Dos figuras fueron señaladas: Miguel Ángel Yunes, quien pretendía dejar en el cargo de gobernador a su hijo en Veracruz; y Rafael Moreno Valle con Martha Érika Alonso en Puebla.
El pretexto fueron las supuestas corruptelas y enriquecimiento inexplicable que habían hecho. A Los Yunes los combatió ferozmente Cuitláhuac García y después Rocío Nahle.
Hasta unas semanas, Los Yunes eran los enemigos públicos número uno de la Cuarta Transformación. López Obrador se lanzó siempre contra ellos, mientras Miguel Ángel de loco no bajó al Presidente.
La reforma al Poder Judical se atravesó en el horizonte. Un voto se requería para alcanzar la mayoría calificada en el Senado.
Nadie imaginó que el héroe de la película para el proyecto de López Obrador sería Yunes.
En el PAN se pusieron a rabiar, gritaron y crucificaron en redes sociales a los Miguel Ángel, pero ahora son firmes aliados de la 4T.
El desdoro no sólo es para los morenistas que atacaban ayer a Los Yunes, pero hoy los califican de patriotas, sino de los gobernadores Cuitláhuac y Nahle, quienes saben que los nuevos aliados son intocables.
En seis años a López Obrador se le olvidó perseguir la corrupción de Los Yunes, sino que también él, como Yunes papá, usaría el nepotismo familiar en Morena.
A disfrutar lo votado.
