Por Valentín Varillas
Esta es, ni más ni menos, una de las máximas más añejas, realistas, prácticas y efectivas de la política.
De cualquier tiempo y lugar.
El poder es uno y lo ejerce uno: nada más.
Es indivisible, además de intransferible.
Vaya si lo sabemos de sobra aquí en México.
Históricamente y más allá de quien gobierne, aquí hemos tenido regímenes en donde el presidente es el eje central en donde gira todo, absolutamente todo lo que tenga que ver con la vida pública nacional.
El tlatoani que ha disfrutado siempre de facultades constitucionales y de otras más que van mucho más allá de las que están reflejadas en el marco legal que regula su actuar.
Y esto, por más apuestas que se hagan en contra, no va a cambiar en el próximo sexenio.
Para nada.
Por más cuotas, amarres, facturas pendientes y supuestos contrapesos que existan.
Claudia Sheinbaum va a ejercer todo, absolutamente todo el poder.
Como todos sus antecesores.
Es una facultad inherente e innegociable de quien llega a sentarse en la famosa “silla del águila”.
No hay más.
Por eso, se equivocan quienes aseguran que será de AMLO la mano que mecerá la cuna del país los próximos seis años.
La presidenta será ella, nadie más y lo saben de sobra todos aquellos actores que tendrán un papel de importancia en el futuro inmediato.
Las posiciones cedidas en el gabinete son una cuestión elemental de cortesía política.
Las hemos visto en todas las sucesiones anteriores y en todos los niveles de gobierno.
Pero no suponen nada más allá.
También hemos sido testigos de cómo esas posiciones se van debilitando aceleradamente y son relevadas en los primeros meses de una administración.
Así será.
Los que aseguran que Claudia no será autónoma en el ejercicio de su funciones adelantan que la trampa de López Obrador está en la famosa “revocación de mandato”.
Que si no existe el nivel de sumisión que supuestamente Andrés Manuel ya exige, sus operadores en el legislativo darán el albazo, aplicarán esta figura legal a rajatabla y perfilarán a Andy Jr. como relevo de su poderoso padre.
Que esa es la verdadera intención de mandarlo como Secretario general del CEN de Morena.
Habrá que ver si -en el remoto caso de que este escenario se presente- legisladores, miembros del gabinete y liderazgos del partido se atreven a retar a la presidenta en funciones en aras de mostrar una lealtad ciega a una figura política de un enorme peso en la historia sí, pero que para ese entonces su influencia tendrá necesariamente que conjugarse en tiempo pasado y no en el contexto que da el ejercer el poder en el presente.
Ya lo veremos, faltaba más y con toda contundencia.
Queda ya muy poco.