Por Alejandro Mondragón
El estilo de gobernar de Andrés Manuel López Obrador es aborrecido por sus detractores y causa excitación a sus seguidores.
Rindió su último informe de gobierno, el sexto, con una aprobación del 70 por ciento.
Y lo peor para sus críticos, logra lo que ningún antecesor: concluir con el personaje que impulsó para relevarlo.
Claudia Sheinbaum obtuvo casi 36 millones de votos; se llevó la mayoría calificada en la cámara de diputados, lo hará en los hechos con la de senadores.
Gobernadores alineados, miles de alcaldes que responden a los intereses de la 4T y, con 29 Congresos estatales a su favor.
Todo un fenómeno político resultó López Obrador, porque supo leer al pueblo respecto de lo que quería. Y entre más se enojaba la oposición por despojarlos de sus beneficios, mejor le respondía su base social.
Ese vasto poder que acumuló en seis años y lega a la nueva presidenta Claudia Sheinbaum lo va a dejar y dice que no se meterá nunca más en temas que involucren al país.
La oposición apuesta porque AMLO caiga en la tentación del Maximato, lo cual resultaría devastador para el país.
Creo será muy difícil, porque hoy las nuevas autoridades legislativas, gubernamentales y políticas se han alineado con Claudia Sheinbaum, quien en 28 días asumirá el cargo de Presidenta de México.
Y donde recae la autoridad con presupuesto, ahí radica la fuente de poder.