Por Valentín Varillas
El que el oficialismo lleve una enorme ventaja en la carrera presidencial, no es culpa de la candidata.
En la política, como en el fútbol, el hilo se rompe siempre por lo más delgado y las derrotas resultan al final huérfanas.
Las asume de manera personalísima quien acaba dando la cara.
Pero como en el balompié, también en esto de la cosa pública se trata de un juego de asociación en donde, para ganar, cada quien tiene que hacer bien su chamba.
Y dar resultados.
Es aquí en donde entran en escena otros actores cuyo papel tiene un peso específico real en el resultado final de la contienda.
Los líderes de los partidos que apadrinan a Xóchitl, por ejemplo.
Alito y Markito han sido una vergüenza.
Auténticos amos y señores de las derrotas.
Los números, fríos como deben de ser en estas evaluaciones, no dejan lugar a dudas.
A partir de la llegada de la 4T al poder, la oposición perdió 16 gubernaturas.
El PAN dejó de ser gobierno en Puebla, Baja California, Baja California Sur, Tamaulipas y Quintana Roo.
El PRI, en Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Zacatecas, Tlaxcala, Hidalgo, Oaxaca y Estado de México.
De esta forma, Morena es gobierno en 21 entidades de manera directa y en dos más a través de aliados políticos.
Algo así como el 72% de total de la población en este país.
Lo anterior, en el contexto de una elección presidencial resulta demoledor.
Muy difícil ser competitivo en lo electoral en un escenario tan adverso.
Más que crucificar a la candidata, valdría la pena preguntarle a los impresentables dirigentes de los partidos opositores ¿qué carajos hicieron con el capital político que tenían a principios del sexenio?
Esta lectura la tienen muy clara algunos liderazgos importantes del PAN.
Por eso, cuando se buscaba candidat@ para “la grande”, ni siquiera asomaron la cabeza gobernadores como Mauricio Vila o Mauricio Kuri, ambos tal vez con un desempeño potencial mejor que el de Gálvez en términos de votos a obtener.
Ellos prefirieron esperar mejores tiempos.
Tal vez que el desgaste de gobernar dos sexenios seguidos haga mella en el voto que hoy le pertenece a la 4T y tengan una mayor oportunidad de aspirar a gobernar el país en el 2030.
Con un escenario distinto, menos oscuro que el que enfrenta en la actual coyuntura Xóchitl Gálvez; a quien, más allá de preferencias, ideologías, filias o fobias, hay que reconocerle el valor que tiene al competir en estas condiciones.
Otros, como Alito y Markito –que por cierto ya amarraron hueso- no lo tuvieron al momento de defender los estados en donde sus partidos eran gobierno.