Por Valentín Varillas
Al mismo tiempo que el PRI vende -a través del lema de su candidata a la presidencia- “un México sin miedo”, en el municipio de Atlixco lleva como candidato a un perfil que, como edil, instaló precisamente el miedo como forma de vida.
Algo que en ese momento, para los estándares del municipio era absolutamente nuevo.
Una auténtica pesadilla que duró tres años.
De 2008 a 2011.
Un espacio de tiempo en donde Atlixco, llegó a ser un foco rojo en materia de seguridad pública para el gobierno federal.
El sistema de inteligencia nacional detectó el establecimiento de peligrosas células de bandas de la delincuencia organizada, que no sólo sentaron sus reales ahí, sino que infiltraron descaradamente al propio gobierno y a la instancia encargada de la seguridad.
Cada vez más frecuentes fueron los operativos para detectar las operaciones ilícitas de estos grupos criminales.
En cada uno de ellos, se abrían auténticas Cajas de Pandora.
Encontraban, además de personas privadas de su libertad, impresionantes arsenales que incluían armas automáticas de grueso calibre, además de granadas.
Estos se llevaban a cabo con total hermetismo, de manera absolutamente unilateral y sin dar parte a las autoridades locales para evitar la inminente fuga de información.
Y es que las actividades de estos grupos de facto, eran tan redituables, que alcanzaba para comprarlo todo.
O casi todo.
Todo este contexto está basado en hechos reales, concretos, que no dejan lugar a dudas del infierno que se vivió en ese municipio en aquellos oscuros años.
Ahí están las historias, todas replicadas en su momento por medios locales y nacionales.
Hay también indicadores demoledores.
Al término de aquella administración, se confirmó que más de 40 policías municipales estaban coludidos con organizaciones criminales.
Con el cambio de gobierno, vino la limpia.
Fue intensa y muy profunda.
Faltaba más.
Se sanearon aquellas cloacas que, además de apestosas, descomponían irremediablemente del tejido social.
Es de verdad una tragedia el que exista siquiera la posibilidad mínima de que Eleazar Pérez Sánchez pudiera gobernar otra vez Atlixco.
Peor que los partidos políticos no apliquen los mínimos filtros antes de regalar sus candidaturas.
La última palabra la tienen los ciudadanos.
Los primeros sondeos no colocan nada bien al candidato tricolor en términos de intención del voto.
Afortunadamente, todo parece indicar que los habitantes de ese municipio aprendieron muy bien la lección.
Aprendieron de su historia para evitar ser condenados a repetirla.
Qué bueno por ellos.
Y por Puebla en general.