Por Valentín Varillas
Grande, muy grande le queda el título de esta gran obra de John Kennedy Toole, al grupo de rebeldes, fundadores de Morena, que se autoproclaman los únicos congruentes con la ideología del partido.
No tienen, ni han tenido jamás un peso específico importante en la conformación de la 4T en Puebla, pero amenazan con jugarle las contras a sus candidatos en algunos municipios del estado.
Dan risa.
De entrada, porque no valen nada en términos de política real.
Es decir, la que genera votos contantes y sonantes en las urnas.
Promueven un engañoso voto diferenciado, porque juran que le son incondicionales a Claudia Sheinbaum.
Y no se dan cuenta que cualquiera que compita defendiendo los colores y las siglas del oficialismo, va en el mismo barco que la candidata presidencial.
Venga del partido que venga.
El propio López Obrador lo ha dejado muy claro en varias mañaneras: la línea es ganar todo lo posible, sea como sea.
Y en la ecuación, no caben los análisis de pasados políticos, perfiles, o de algún otro factor que no tenga que ver estrictamente con los criterios de rentabilidad electoral.
A los ortodoxos morenos, que tanto critican a la dirigencia estatal del partido por su pragmatismo, se les olvida que el más abierto a recibir a externos para otorgarles candidaturas importantes, ha sido el presidente de la República.
Al que le juran fidelidad hasta la muerte.
No le reprochan el que haya palomeado a personajes como Alfredo del Mazo, Eruviel Ávila, Rommel Pacheco, Alejandro Murat, Jorge Carlos Ramírez Marín, Nuvia Mayorga, Adrián Ruvalcaba y un largo etcétera.
Y que bajo la misma lógica, dio luz verde para que Pepe Chedraui compitiera por la presidencia municipal de Puebla.
La oferta electoral de esta Cuarta Transformación ha sido ya depurada.
No puede ni debe de haber marcha atrás.
Le duela a quien le duela.
Van los que tienen la oportunidad de ganar en las urnas: lo único que realmente le importa al auténtico dueño de la franquicia.
Los campeones de la congruencia se quedarán en el “hubiera”, imaginando cosas chingonas.
Nada más.
Escogieron como filósofo de cabecera al Chicharito, en lugar de a Maquiavelo.
Recibirán su palmada en la espalda por su fidelidad ideológica, pero en los hechos no tendrán más remedio que salir a aplaudirle a los ganadores.
Porque sin el cobijo del partido no son nada.
Absolutamente nada.
Lo saben de sobra y tal vez ahí se encuentra la génesis de su frustración.
De su dolor por no poder brillar en la política real.
Porque cuando se vea que la enorme mayoría de quienes votaron por el partido en el poder lo hicieron marcando igual las seis boletas, va a quedar demostrado que no sirven ni para esquiroles.
Vaya cachetada de realidad la que les espera.