Por Alejandro Mondragón
Lo que la mayor parte de los y las poblanas hemos invisibilizado, Gaby Bonilla, la presidenta del sistema estatal DIF lo ha visto y hecho visible a la sociedad y gobierno.
Y no es otra cosa que la inclusión. Que aquella parte desprotegida socialmente se integre al todo; dejarles en claro que no están solos.
Tales conclusiones forman parte de lo que se modificó, cambió, transformó y atendió desde el sistema estatal DIF, en su primer año de gestión, Gaby Bonilla.
¿A quién le importaba si en las casas de jóvenes había quinceañeras, que tenían la ilusión de celebrar su día?
¿A quién le interesó que los niños de las casas tuvieran clases con un programa escolarizado y validado por la SEP?
¿Quién volteó los ojos para impulsar una nueva sede de la Casa del Adolescente, que ya se construye en Cuautlancingo?
¿A quién le importó que niñas y niños tomen clases de natación en centros como Nelson Vargas?
¿O quién se ocupó en incrementar la entrega de aparatos a personas padecen alguna discapacidad?
Ahora, además, hay atención semanal a mujeres de todo el estado y se generan condiciones para una vida sana.
Tradicionalmente, la asistencia social se ha limitado, en buena parte, a la entrega de apoyos del gobernante en turno.
Gaby Bonilla le imprimió su propio estilo y a las quinceañeras huérfanas les dio su fiesta con todo y vestido. Gestiona validez en sus estudios con la SEP, envía a niños y niñas a clases de natación, y crea un escenario de bienestar para mejorar la calidad de vida.
Y todo tiene que ver con la inclusión. Incorporar a esa parte de la sociedad aislada -que esperaba cada sexenio la dádiva oficial- a las políticas públicas institucionales.
Bonilla vio lo que, tenemos que reconocer, otras ignoraron.