Por Alejandro Mondragón
La gran lección que deja la tragicomedia en Nuevo León con Samuel García y compañía, es que las candidaturas y ejercicios de poder no se construyen en redes sociales.
La real política con sus intrigas, deslealtades, dobles discursos, promesas y manejo de la cosa pública es lo hay.
Tampoco es lo que debe ser, sino lo que existe.
Si usted cree todo lo que lee en las redes sociales, entonces se merece la vida que tiene.
Eso pasó en Nuevo León, donde Samuelito creía que una publicación en X, Facebook, Instagram o un videíto con musiquita en Tik Tok era todo, pero ya sabe que fue nada. Samuelito no operó en la política real.
¿Cuándo entenderán aspirantes y rémoras que a nadie le importan sus fotos, mensajes o videos en redes sociales, más que a sus granjas de bots y unos cuántos de su círculo?
¿Cómo creen que Andrés Manuel López Obrador se convirtió en presidente?
Salió a los pueblos, ensució los zapatos, ganó la plaza pues. Si tuvo sus redes sociales, pero fue a la vida real por el voto.
Lo mismo Claudia Sheinbaum, quien operó su nominación con los factores de poder en los Estados: gobernadores/as.
Ya vimos que influye más plantar un arbolito como candidato que enviar tuitazos de cercanía con el poder. Ahí está el caso de Alejandro Armenta en Puebla.
¿Usted cree que es fortuito que desde que llegó a la gubernatura, Sergio Salomón recorre pueblos, se reúne con pobladores, visita una y otra vez municipios?
No, el contacto es en la vida real.
Así que hoy suspirantes tienen dos caminos: el de Nuevo León o el de Puebla.
Eso de las selfies, videítos, mensajitos y demás publicación sólo generan ternura, no votos.
