Por Alejandro Mondragón
Ahora que está muerto, la exalcaldesa Claudia Rivera Vivanco y sus fundamentalistas han lanzado una cruzada de acusaciones contra el exgobernador Luis Miguel Barbosa.
Después de dos años de silencio, claro con el exmandatario en vida, sostiene que por su culpa la señora perdió la alcaldía frente a Eduardo Rivera Pérez, el panista.
Ya fallecido lo califican, con toda ausencia de valor porque saben que los muertos no se pueden defender, de “tirano”, “autoritario”, a quien lograron vencer gracias a su pureza.
¿Por qué nunca denunciaron a Barbosa ante los órganos correspondientes en Morena, los cuales por cierto eran encabezados por la madre de Rivera Vivanco?
Por una simple razón: carecen de prueba alguna y sus dichos sólo pretenden sacar raja política. La elección de referencia fue en 2021, pero en el 2023 les salió el valor para descalificar a quien hoy no puede responder.
Esta bajeza política cae por su propio peso, pues Rivera Vivanco perdió la reelección porque gobernó con una pandilla de maleantes, acosadores sexuales y esdrújulas, cuyas fechorías fueron documentadas.
La exalcaldesa se peleó con medios, impuso una ridícula estrategia de comunicación con marginales de las redes sociales, quienes sólo se leían entre sí.
La sociedad se hartó del muladar en que convirtió el Centro Histórico, de sus frivolidades, de las obras que nunca se concluyeron y de los desvíos registrados ante la Auditoría Superior del Estado. Es la hora en que ninguna cuenta pública de sus tres años ha sido aprobada.
Además, Rivera Vivanco fue sancionada por violencia política de género contra su entonces consejera jurídica, Yasmín Flores Hernández, y por si fuera poco fue citada a una audiencia de imputación ante la Fiscalía del Estado, junto a su entonces secretario de Gobernación, René Sánchez Galindo.
Señora Rivero Vivanco mejor enfrente a los vivos y deje en paz a los muertos. Los primeros sí se pueden defender, los segundos ya no.
Muestre altura política.