Por Alejandro Mondragón
Luis Miguel Barbosa Huerta (q.e.p.d) llevó a Palacio Nacional a Guillermo Pacheco Pulido para el visto bueno de la Presidencia como gobernador interino en 2019.
Don Memo iba en calidad de priista para encargarse de la administración estatal en lo que se repetían las elecciones que finalmente ganó Barbosa.
Y los feroces críticos de integrar a priistas al proyecto de la Cuarta Transformación, ¿Qué dijeron?
Pues nada.
Tampoco se escucharon sus quejas porque el principal asesor del gobierno de la 4T en el barbosismo fue el exsenador, exsecretario de Hacienda y expanista Ernesto Cordero.
Menos que hacía dupla con otro personaje de la derecha: Roberto Gil Zuarth.
Los mentados fundadores de Morena que ahora se rasgan las vestiduras menos se ocuparon que la entonces alcaldesa Claudia Rivera Vivanco integrara al gobierno morenista a destacados morenogalistas: Andrés García Viveros y Leobardo Rodríguez.
La paja en el ojo ajeno es lo único que ven, pues no existe hoy un gobierno de Morena sin priistas, panistas e incluso morenistas.
El propio Andrés Manuel López Obrador metió en el gabinete ampliado, como embajadores y cónsules, a exgobernadores priistas y panistas con el aval de los senadores de su partido. Ahí están Quirino Ordaz y Claudia Pavlovich del PRI o Carlos Joaquín del PAN.
¿Y luego?
Claro se trata sólo de joder, pues el diputado federal, Alejandro Carvajal, quien tan indignado anda, comparte escenario hasta con marinistas como Francisco Ramos, en los mítines de Ignacio Mier.
O Mario Rincón, un morenovallista de cepa, que hizo suyo, su candidato preciso, a Alejandro Armenta.
Vaya, vaya.
