Por Valentín Varillas
El PRI está roto, dividido, partido en dos.
Un par de “machos Alpha” se diputan su control.
El diseñar y operar la estrategia electoral del partido, de cara a los procesos que enfrentará en el corto plazo.
Es claro que existe una pésima relación entre Alito Moreno Y Miguel Ángel Osorio Chong.
Y que esta, como sucede frecuentemente en muchas historias de nuestra rupestre política nacional, ha transitado de lo personal a lo institucional.
Hoy, su visión del papel que tiene que jugar el tricolor de acuerdo a la realidad que vive en el contexto nacional, no solo es muy distinta, sino mutuamente excluyente.
Lo raro es que ambos se acusan de entreguistas.
De haberse vendido a los intereses del presidente López Obrador y su Cuarta Transformación.
Algo se sabrán.
Estos señalamientos se dieron cuando en la plenaria de senadores priistas, su coordinador –Osorio Chong- quería impedir la entrada al recinto al líder nacional de su propio partido.
A quien, en teoría, ocupa el cargo de mayor relevancia de acuerdo a sus propios estatutos y organigrama.
De locos.
Qué mayor prueba de lo enfermo que está el priismo nacional.
En esta división, lógicamente, hay quienes han tomado partido.
Y en el caso de Puebla, es evidente que se la jugarán con el actual presidente del CEN.
Lo raro es que, el propio Alito ha permitido, tolerado y hasta fomentado, que en el estado los priistas jueguen más los intereses electorales de Morena que los suyos propios.
Que sin duda, operan con todo a favor del oficialismo y de la inminente continuidad del actual partido en el poder tanto en la jefatura del ejecutivo estatal, como en la mayoría del congreso local.
Pruebas existen de sobra y cada día se suman evidencias que confirman lo anterior.
El actuar de los tricolores en la aldea, contradice el supuesto discurso combativo que Moreno ensaya mediáticamente cada vez que tiene enfrente una cámara, un micrófono o cualquier espacio en medios nacionales.
No empata el decir con el hacer.
El joven Camarillo, uno de sus incondicionales y más férreos defensores, no toca siquiera con el pétalo de una velada crítica a los gobiernos emanados del Movimiento de Regeneración Nacional.
Es más, se deshace en elogios a sus cabezas y liderazgos nacionales cuando llevan a cabo giras de trabajo por Puebla.
Por si fuera poco, en algunas declaraciones sugiere de forma velada que tal vez en Puebla se rompa la tan cacareada y celebrada Alianza Opositora.
Esa que, no solo aquí, está sostenida con auténticos alfileres.
¿Y entonces?
¿Quiénes son los verdaderos traidores?
Osorio Chong tuvo una influencia muy importante en Puebla, cuando era Secretario de Gobernación en el sexenio de Peña Nieto.
Logró amarres importantes con el entonces gobernador Rafael Moreno Valle.
Sobretodo después de la detención de Elba Esther Gordillo al inicio de la pasada administración federal.
El hidalguense se metió de lleno al esquema de hacer millonarios negocios bajo el amparo y la protección del panista.
Es un secreto a voces el que, a través de prestanombres, era el verdadero dueño de varios de los desarrollos inmobiliarios más importantes que se llevaron a cabo en exclusivas zonas como Sonata.
Lo mismo, su complicidad en el florecimiento y crecimiento exponencial del “huachicol” en el estado, desde su privilegiada posición de jefe del gabinete federal.
Hoy, Osorio no pesa en Puebla.
Pero seguramente en algunos otros estados del país, sí.
El tema central es ver qué tanto peso específico real tienen los apoyos y alianzas de cada uno de ellos.
Por lo pronto, el senador ha fracasado en cada uno de sus intentos de generar un cambio en la dirigencia del partido.
Alito le va ganando por madriza, pero queda la duda si Osorio y sus aliados se atreverán a operar su capital político en contra de los intereses del tricolor, no solo como venganza personal, sino como estrategia única de supervivencia política.
En Puebla, dentro de muy poco, encontraremos parte de las respuestas.
