Por Alejandro Mondragón
El cierre del sexenio estará repleto de novedades políticas, después de un turbulento arranque de administración con la muerte de su primera gobernadora, Martha Érika Alonso.
Luego, un encargado de despacho: Jesús Rodríguez Almeida; un góber interino, Don Guillermo Pacheco Pulido; y un nuevo mandatario Luis Miguel Barbosa, quien falleció a finales del año pasado.
Pero no sólo la tragedia política envolvió Puebla, sino las calamidades que ha padecido la entidad con el coronavirus y el morenovallismo.
Ahora, en el turno al bat se halla Sergio Salomón Céspedes Peregrina, gobernador que rendirá cuentas de los recursos y por razones naturales del poder ajustará su gabinete en función de lo que será el cierre de sexenio.
Ya fallaron quienes le señalaban lejanía con Palacio Nacional y pretendieron deslegitimar su nombramiento en el Congreso del Estado.
La tarea de esos grupos será hoy amarrar navajas con el barbosismo cuando después de Barbosa, Céspedes no sólo fue el más cercano, sino el único que leyó las reglas del poder. Por eso, es él y no otro.
Públicamente ofreció su respaldo a la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, en su postulación como aspirante a Casa Aguayo, ha sabido mantener la institucionalidad del cargo.
Abrió canales de comunicación con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López; con el canciller Marcelo Ebrard; y la sostiene con el senador Ricardo Monreal.
Lo que sí deja en claro todos los días, en sus giras por todo el estado, es que dos temas no van a cambiar, más allá de los hombres y mujeres que se rodee: seguir bajo el modelo de la Cuarta Transformación en Puebla y continuar el legado barbosista.