Por Alejandro Mondragón
En el tintero había quedado la reflexión sobre el principal modelo de negocios del morenovallismo, a raíz de los sucesos políticos recientes.
Pero nunca es tarde para recordarles a aquellos que creen que habrá borrón y cuenta nueva en las pillerías cometidas en el pasado.
El costo de construcción del Museo Internacional Barroco fue de 90 mil pesos el metro cuadrado, equivalente a 10 Casas Blancas de Peña Nieto.
Según las auditorías forenses practicadas a la magna obra morenovallista que sirvió para favorecer a su constructor favorito: Carlos Hank Rhon, apuntaron siempre a una estafa de enormes proporciones en Puebla.
Las investigaciones citaron -por cierto- los estudios hechos por el académico Enrique Cárdenas, quien como candidato del PAN y la corriente morenovallista en 2019 jamás censuró ni criticó lo que sus evaluaciones arrojaron: el fraude barroco.
Por ejemplo, una comparación de costos del MIB con el Museo Nacional de Antropología calcula que la operación de este último recinto (tres veces mas grande) cuesta 5 millones de pesos mensuales, mientras la del poblano suma 15 millones.
“Esta diferencia de 10 millones de pesos será pagada por 23 años”.
Sin embargo, el MIB enfrentó graves problemas:
Las condiciones físicas de la obra civil observan fisuras de 45 grados en diversos puntos del Museo Internacional Barroco y fallas en diversos puntos de la instalación eléctrica.
Las visitas realizadas a las salas de exposiciones temporales y permanentes permitieron cerciorarse que de los 168 acervos museográficos, 10 son réplicas, 2 prestados y 156 propios.
Por otro lado, fueron colocados elevadores panorámicos en zonas cerradas; es decir, no hay justificación del tipo de elevadores elegido con un sobrecosto innecesario e injustificado.
Existen líneas de escurrimientos o humedades en muros interiores. Ahí, se muestran filtraciones, las cuales a pesar de ser resanadas, vuelven a aparecer.
En las juntas entre cubierta (plafón interior) y muros se está botando la pintura por exceso de humedad.
Y aún se sangran las finanzas estatales con un proyecto que nunca cumplió su propósito, sólo de quienes lo confeccionaron y se dedican a operarlo.
Se llevan más del 34 por ciento de la contraprestación anual en dividendos.
La fiesta se le acabó también al elefante blanco.