Por Alejandro Mondragón
“En Puebla, no hay oposición”.
Así de tajante fue el gobernador Luis Miguel Barbosa, durante la entrevista concedida a Al Portador radio.
Analicemos.
Ser opositor no es declarar o subir a redes sociales contenidos en contra de la Cuarta Transformación.
Es ser contrapeso de las decisiones políticas que se generan para aquel sector de la población que representan.
Desgraciadamente al mandatario le asiste la razón si se observa el comportamiento de partidos, organismos empresariales, universidades, agrupaciones sociales y sindicales.
No, tampoco existen liderazgos que respondan a la vertebración.
La razón de la ausencia opositora obedece fundamentalmente a que la mayoría de los llamados adversarios fueron cómplices de la época negra del morenogalismo.
Es decir, tanta culpa tiene el que mata la vaca, como quien le jala la pata.
Y los opositores de hoy, formaron parte del poder de ayer que saqueo al erario y se aprovecharon del modelo de negocios que se ha ido desmantelando cada día con la 4T.
No tienen autoridad moral y menos recursos para enfrentar lo inevitable: que Morena repita en 2024.
Las autoridades panistas y priistas en los ámbitos municipales y legislativo hoy tienen interlocución y apoyo del barbosismo.
¿Qué pueden reclamar?
Pues en verdad nada.
¿Tendrán la capacidad de generar ese contrapeso opositor real en lo que resta del sexenio?
Lo dudo.
Para ello se requieren dos factores: cerebro y huevos.
Eso les falta, les sobra cola.