Por Alejandro Mondragón
El presidente Andrés Manuel López Obrador sigue en lo suyo: control de la agenda pública, ampliación de su base política y con la narrativa de la 4T que le reditúa votos.
El país se encuentra, en su mayoría, con gobiernos emanados de la Cuarta Transformación, sin que la oposición pudiera remediarlo.
La sucesión presidencial sigue el ritmo que él mismo marcó. Los suyos en promoción política: Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México; el canciller Marcelo Ebrard; y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.En política, el apestado es el último en enterarse de su mal olor. Eso le ocurre al senador Ricardo Monreal, quien cree formar parte de las “corcholatas de AMLO”.
López Obrador es en síntesis un animal político que incluso de él depende la trascendencia de la Cumbre de las Américas, en la que hasta el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ruega por su presencia.
Su línea discursiva, todos los días en la mañanera, desquicia a sus adversarios. Ellos que presumían haber puesto un alto a sus acciones.
Y pues no. Las elecciones de este fin de semana los exhibieron como incapaces de mover en sus propios estados, controlados por sus gobernadores, el interés por su causa.
Ya le había comentado que la oposición transita de la derrota a la frustración, sin que se halle el antídoto para revertir tendencias.
En tanto, López Obrador se sale con la suya a la menor provocación. Aunque lo muestren incapaz ante la opinión publicada, en el imaginario colectivo ha ganado, ooootra vez, la agenda de poder.
