Por Alejandro Mondragón
Aunque el grupo dominante en el PAN añora por el regreso del morenovallismo, la realidad impone que su época representó para Puebla sobrecostos de obras y se convirtió en un sexenio de ornato.
El dictamen presentado al gobernador Luis Miguel Barbosa sobre los puentes atirantados, constituyen la punta del ice berg sobre el modelo de negocios que exprimió a la entidad.
En los puentes el sobrecosto rebasó los 83 millones de pesos, pero en otras obras aparece una mayor fuga de dinero: museos, concreto hidráulico, centros integrales de servicio, plataforma Audi, concesiones de parques, agua y todo aquello que implicaba la posibilidad de generar dinero para el grupo gobernante.
Era un modus operandi para que en aras de un proyecto político (la candidatura presidencial del 2018) se produjeran ganancias escandalosas para aquellos que dirigían los destinos de Puebla.
El gobernador Luis Miguel Barbosa estableció que tan sólo en el caso de los puentes existen 21 denuncias penales interpuestas ante las instancias estatales y federales.
Frente a lo evidente está claro que el grupo dominante del PAN quiere regresar por más, aunque su líder máximo ya no esté presente físicamente.
Y pensar que apenas en el pasado reciente hubo aplausos, campañas de promoción en las que ponían a Puebla como ejemplo de un buen gobierno.
No fue eso, sólo un buen negocio al amparo del poder que desató de manera paralela otros negocios inconfesables de lavado de dinero, huachicol y acuerdos con el crimen organizado para que siguieran transformando Puebla.
En cualquier cajón que se abre han aparecido irregularidades en áreas de salud, finanzas, educación, infraestructura, seguridad pública y hasta organismos descentralizados.
Por eso, resulta más que alarmante que haya voces que reclamen ese sexenio de ornato y corrupción.