Por Valentín Varillas
Guste o no, hay razones de peso para el retorno de Ricardo Anaya a la arena política nacional.
Más allá de las reivindicaciones que hizo públicas al anunciar el término de su hibernación, tomando en cuenta los rigurosos criterios de una potencial competencia electoral y ante la evidente falta de cuadros de peso en la oposición, Anaya parece ser no la mejor, pero sí la única opción por el momento, para perfilar de inmediato a alguien de mediano peso que pudiera plantarle cara a la 4T.
Viene de una contienda electoral en donde apenas obtuvo 12.6 millones de votos.
Es el candidato panista peor votado en los últimos veinte años, a pesar de haber sido candidato de una alianza opositora formada por tres partidos políticos.
Sin embargo, al haber llevado a cabo una campaña con alcances en todo el país, presenta altos niveles de conocimiento entre la población.
Tuvo acceso a dinero público que se utilizó en la propaganda electoral a su favor.
Espectaculares, pendones, microperforados, pero sobre todo: spots que fueron transmitidos en horarios estelares de los principales canales de televisión y estaciones de radio en el país.
Además, contó con presupuesto para una intensa promoción en las redes sociales más populares, en donde se vendió hasta la saciedad su proyecto político.
Su retiro de la vida pública nacional fue breve, por lo que toda esta publicidad le permite seguir vigente en el imaginario colectivo nacional.
Esa campaña presidencial también lo volvió blanco de todo tipo de ataques y descalificaciones.
La más importante llegó a tribunales, en donde la PGR de Peña Nieto lo acusó de realizar operaciones con recursos de procedencia ilícita, a través de la venta de una nave industrial al empresario Manuel Barreiro.
Dos días antes del término del sexenio priista, fue exonerado por la misma instancia que en su momento lo acusó.
Aunque el escándalo seguramente le resto votos en el 2018, hoy Anaya ya está vacunado.
El único nubarrón oscuro que podría enfrentar, sería la comprobación gráfica de que recibió sobornos a cambio de la aprobación de la Reforma Energética, tal y como lo asegura Emilio Lozoya.
El arsenal de videos que los opositores al presidente aseguran tener de su hermano Pío recibiendo cantidades importantes de dinero en efectivo, ha mermado el potencial beneficio político de explotar mediáticamente el caso del ex director de Pemex.
Podría cursar aquel fangoso pantano sin manchar su plumaje, diría el cursi lugar común.
Es evidente que Anaya quiere ser diputado federal y de ahí, mantenerse con presencia mediática y política hasta el 2024, a ver si le alcanza para volver a competir.
No fue un buen candidato presidencial, ni mucho menos.
También pareciera que el nivel de hartazgo y desilusión a la 4T no han llegado a tal nivel como para pensar que a Anaya podría irle mucho mejor que como le fue en el ´18.
Sin embargo, volvemos al mismo análisis: no tienen mucho de dónde escoger y en política, como en otros aspectos de la vida, la sabiduría popular nos asegura que “en tierra de ciegos, el tuerto es rey”.