Por Alejandro Mondragón
Quién iba a pensar que un criterio de oportunidad daría un vuelco al estancado proceso de corrupción cometido por priistas y panistas en los dos últimos sexenios.
Y con ello, la 4T goza de cabal salud, rumbo a las elecciones intermedias del 2021. Ya había quedado establecido que la corrupción sería la bandera morenista contra PAN, PRI, PRD y demás partidos. Sí, el bloque opositor o la BOA.
El entuerto fue destrabado por uno de ellos, Emilio Lozoya, quien con sus imputaciones soltó la bomba política. El parte de guerra está claro: muertos, heridos, damnificados, daños a las estructuras, suicidios e histerias.
Destapada la cloaca vendrá las consecuencias. Quedaron salpicados los liderazgos priistas y panistas. Quienes podían operar en el 2021, ahora andarán litigando las imputaciones en su contra, desde los juzgados.
Ya se puso en el tablero a las piezas del ajedrez y ahora, la 4T mueve su pieza de Emilio Lozoya (caballo presidencial) va por las torres (partidos), alfiles (gobernadores), reina (la BOA) hasta llegar al Rey (Salinas-Calderón-Peña).
Andrés Manuel López Obrador toma el poder en México. Ya lo había hecho de la Presidencia. Y empezamos a ver el estilo de gobernar: la judicialización de la corrupción por la vía del escándalo.
La 4T le dio su vacuna a la alianza opositora, mediante una inyección de miedo.
Y entre más se muevan, más se hundirán. El pantano de la política tiene esa característica.
Este esquema de poder presidencial está por replicarse en los Estados. Lo que implicará que van por ex gobernadores y principales allegados.
De eso, ya le platicaré.
