Por Valentín Varillas
Es prácticamente un hecho el viaje que hará a los Estados Unidos, el presidente López Obrador, para tener un encuentro con el inefable Donald Trump.
El motivo “oficial” de la primera encomienda en el extranjero del presidente mexicano, es el arranque del nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
El motivo real es muy distinto: darle a Mr. Trump el espaldarazo necesario para que maximice el potencial de voto de los latinos a su favor, en el proceso de noviembre próximo.
Existe una gran diferencia entre reivindicaciones pero al final, Andrés Manuel no tendrá más remedio que acudir a la cita.
Y es que, sin duda, su presencia en la Unión Americana es parte del paquete de “pago de facturas” que desde la casa Blanca se ha diseñado, por los favores que nuestro país ha recibido del gobierno americano.
La primera de ellas, la no aplicación del 5% de aranceles a los productos mexicanos que se venden en ese país, bajo el pretexto de la poca eficacia en la política migratoria nacional, con respecto a los inmigrantes centroamericanos.
Fue el primer foco rojo que de inmediato se encendió al interior de Palacio Nacional.
Las alarmas sonaron con tal intensidad, que de inmediato se conformó una comisión para viajar a Washington y atender el tema de manera urgente.
Fue el estreno de Marcelo Ebrard como el operador por excelencia del actual régimen.
Un auténtico bombero.
Al final, después de un par de días de “negociaciones”, los aranceles jamás se aplicaron y México no tuvo más remedio que endurecer de manera radical su política migratoria en la frontera sur.
En los hechos, así empezaba la construcción del famoso muro prometido por Trump, pero ya se la empezábamos a deber al presidente gringo.
La segunda factura se dio en plena crisis petrolera, producto de la pandemia mundial por Covid-19.
Ante la negativa reiterada del gobierno mexicano de recortar la producción petrolera nacional al mismo nivel que el resto de los países miembros de la OPEP, otra vez Estados Unidos salió al rescate.
Por un par de meses permitió el descuento de 300 mil barriles diarios del energético, para compensar el modesto recorte de apenas 100 mil que había puesto México sobre la mesa.
“Ya veremos en su momento la manera de cobrarnos”-declaró Trump a medios de comunicación con su tradicional desfachatez.
Y el momento de pagar ya llegó.
López obrador irá a Washington a brindar un apoyo de facto a un presidente que se ha caracterizado por su abierto lenguaje anti-mexicano.
“Ladrones”, “violadores” “traficantes”, han sido modestos ejemplos de los epítetos que, desde el discurso público le ha dedicado a nuestros connacionales.
Estos adjetivos son un reflejo fiel de la opinión real que Trump tiene de los mexicanos que viven en los Estados Unidos, pero la gran diferencia es que ahora necesita su voto para ganar.
El presidente se cae en las encuestas y AMLO puede ser su tabla de salvación.
Se trata de una figura política que más allá de su innegable legitimidad, sigue gozando de mucho carisma y de gran influencia entre los paisanos y sus familias en ambos lados de la frontera.
Un apoyo invaluable cuando el horizonte se oscurece.
Sin embargo, la apuesta de López Obrador es muy arriesgada.
En el contexto en el que se dará su viaje a Estados Unidos, éste podría ser entendido fácilmente como una traición a quienes han tenido que vivir con las consecuencias del discurso racista y discriminatorio de Trump.
Además, debido a la reacción oficial producto de las marchas de protesta en contra de abusos policíacos que han afectado a distintas minorías raciales, la reelección se le ha complicado de manera importante.
Si gana la elección el demócrata Joe Biden, no va a ver con buenos ojos el apoyo implícito de AMLO a Trump y puede haber consecuencias en términos de la relación bilateral.
Y pueden ser demoledoras cuando la economía mexicana se prevé caiga más de un 10% y el nuevo T-MEC parece la única tablita de salvación para evitar una catástrofe todavía mucho peor.
Mientras, habrá que cumplir.
No se olvide que el que paga, manda.