Por Valentín Varillas
Del “como anillo al dedo” al “íbamos muy bien”, en tiempo récord.
La mutación declarativa del presidente López Obrador, muestra por primera vez una preocupación real por las consecuencias que para el país tendrá la pandemia desatada por el coronavirus.
Sin embargo, la retórica oficial sigue cayendo en la obsesión de vender, desde medias verdades hasta mentiras arteras.
Jamás esta crisis mundial iba a caernos “como anillo al dedo”.
Las consecuencias en términos económicos han sido demoledoras y va a pasar mucho tiempo antes de que podamos dimensionar sus efectos.
Antes de la aparición del Covid-19, la economía mexicana ya estaba en abierta recesión.
El país había ligado cinco trimestres al hilo con un desempeño negativo del PIB, por lo que el pronóstico mas optimista indicaba que cerraríamos el 2020 con un crecimiento apenas del 0.5%; mínimo, pero crecimiento al fin.
Ya quisiéramos ahora aspirar a un desempeño similar.
Vamos, siquiera medianamente parecido.
Ahora, los números más optimistas prevén una caída del indicador de cerca del 7.5%.
No, no íbamos bien.
Tampoco en el rubro del empleo.
Se calcula que la pérdida de puestos de trabajo en lo que va del año ha sido por arriba de los 650 mil.
Antes del coronavirus, ya llevábamos 150 mil.
Otra vez, la tendencia negativa previa incide en lo alto de los números.
Y se va a poner mucho peor, ya que el gobierno federal ha mostrado una absoluta indiferencia en lo que a la realidad de las pequeñas y medianas empresas se refiere.
Sí, esas que generan tres cuartas partes de los empleos formales en este país.
“Si tienen que quebrar, que quiebren”-fue la demoledora sentencia que hace unos días se emitió desde el púlpito presidencial de las mañaneras.
Desolador.
La apuesta, sin embargo, en materia de prioridades presupuestales, es al sostenimiento de los programas asistenciales y sus proyectos “emblema”.
Contra viento y marea.
Nada fuera de eso, parece ser importante en la óptica oficial.
Por si fuera poco, la industria estratégica nacional está quebrada.
Ya lo estaba antes de la pandemia.
En su reporte financiero, presentado a la Bolsa Mexicana de Valores, PEMEX reporta pérdidas por más de 562 mil millones de pesos en el primer trimestre de este 2020.
El año pasado, el primero del gobierno de la 4T, la paraestatal perdió 342 mil millones, un 62% más que en el 2018.
Petróleos Mexicanos es la columna vertebral de la política energética, presupuestaria y financiera de este gobierno.
No, no íbamos bien.
Y desde el inicio de la pandemia, el discurso presidencial fue por demás errático.
Cuando era ya una realidad el confinamiento y la inminente entrada en vigor de las medidas de la sana distancia, el jefe del ejecutivo federal no solo se negaba a suspender sus giras al interior de la República, sino que invitaba a los mexicanos a salir, a abrazarse, a convivir.
Total, a la par de las declaraciones de otros líderes mundiales en el sentido de que sus gobiernos enfrentaban el reto más grande desde la postguerra, aquí, AMLO aseguraba que estábamos, simplemente, frente a una “crisis transitoria”.
Nada más.
Así, no hay manera.
No, no íbamos bien y seguramente iremos mucho peor, si el discurso y las acciones oficiales para mitigar los efectos de la pandemia, no empiezan a priorizar el realismo, por encima de la demagogia.