Por Valentín Varillas
El del viernes por la noche, en el noticiero estelar de TV Azteca, ha sido el madrazo más duro que se le ha dado a la famosa 4T desde que es gobierno.
Ningún otro, siquiera se le acerca.
El llamado abierto a no tomar en cuenta las medidas establecidas por las autoridades de salud, en medio de la pandemia que se vive actualmente por los efectos del Covid-19, es criminal y va más allá de cualquier otro tipo de crítica que se le pudiera hacer al gobierno federal, por el manejo sanitario, económico o hasta político de esta crisis.
Invitar desde el medio masivo a la desobediencia civil, cuando hay una declaratoria oficial de Emergencia Sanitaria y por lo tanto millones de vidas de por medio, ameritaba una respuesta contundente, franca del jefe del ejecutivo federal y sus aliados.
No fue así,
Al contrario.
Al “amigo” Alatorre, le tocaron apenas unas tiernas palmaditas en la espalda como dedicatoria presidencial.
Se le justificó porque, en la óptica oficial, el periodista “cometió un error” y “todos tenemos el derecho de equivocarnos”.
A su dueño, Salinas Pliego, quien seguramente dictó la orden de fijar la postura editorial del medio que posee: nada, absolutamente nada.
Ni una mención, ni siquiera velada, sugerida, con esa mordacidad que caracteriza a López Obrador cuando fustiga a sus críticos.
Un trato para Azteca y su conductor estrella de noticias, abiertamente privilegiado.
Muy distinto al que han recibido otros medios y periodistas quienes, a través del reporteo y la investigación, han publicado valiosos trabajos que no han dejado bien parado al gobierno.
Ellos, los otros, han sentido en carne propia los estragos de la ira oficial.
Han sido exhibidos en las famosas “mañaneras”, en donde su prestigio ha sido hecho pedazos por el propio presidente, en un evento al que le dan cobertura la totalidad de los medios del país y cuyo contenido marca la agenda nacional.
Esta “prensa fifí”, estos “malditos neoliberales”, “conservadores”, “golpistas” y “chayoteros”, a pesar de su postura crítica, jamás se atrevieron a hacer lo que con todo descaro y falta de ética periodística hizo Azteca.
Y le fue mucho mejor en lo que al trato de AMLO se refiere.
De ese tamaño seguramente son los amarres, los arreglos, los compromisos.
De un lado y del otro.
Solo así podría entenderse semejante privilegio.
Así como en su trato con los medios, López Obrador ha medio con diferentes varas, asuntos espinosos que lo involucran a él o a sus colaboradores.
En temas como la corrupción, la opacidad o bien la capacidad y preparación para ejercer un cargo público, invariablemente ha cerrado filas con los suyos, con sus incondicionales, sin importarle en lo más mínimo las consecuencias.
Ya sea por agradecimiento o por complicidad, el dar por hecho que sus colaboradores y aliados se han “limpiado”, por haber sido tocados con su venia purificadora, es una clara muestra de cómo la “Silla del Águila” marea, confunde, obnubila y causa la pérdida, a veces irreparable, del sentido común.