Por Valentín Varillas
Criminales deben ser considerados aquellos gobiernos que se niegan a gastar recursos presupuestados para la operación de distintos programas oficiales.
Es su obligación hacerlo.
Escudados en una supuesta “austeridad”, se ha vuelto una peligrosa moda el que, intencionalmente, se paralicen varias áreas prioritarias de la administración pública en sus tres niveles.
Sobre todo cuando no se invierte lo que se debe en temas como seguridad pública, salud o infraestructura.
No tienen justificación.
El origen y el destino de ese dinero está incluido ya en los respectivos presupuestos y por ley se debe de ejercer.
Que no nos salgan con aquello de que “están ahorrando”.
El ahorro se genera cuando adquieres un bien o un servicio a un precio menor del que se venía comprando, no cuando prescindes de él.
Esta obvia, elemental diferencia de conceptos se ha convertido en un complicadísimo enigma para quienes hoy tienen la obligación de dar resultados concretos a sus gobernados.
Para eso los elegimos.
Para eso votamos por ellos.
Aquel pretexto de que “apenas están aprendiendo”, es todavía más absurdo.
Cada dependencia, área, organismo del sector público, ya sea federal, estatal o municipal, tiene protocolos muy claros que explican paso a paso los procedimientos que deben seguirse para la adjudicación de todo tipo de contratos.
No se necesita ser un genio para entenderlos y llevarlos a cabo.
¿O no será que algunos no quieren asumir la responsabilidad de gastar para no ser cuestionados públicamente en un futuro?
Si son tan honestos como juran, no tendrían nada de temer.
Si realmente confían en los hombres y mujeres que integran sus respectivos equipos, mucho menos.
Se supone también, que, a diferencia de otros tiempos, hoy los órganos de control interno sí funcionan.
Que dejaron de ser comparsa de los corruptos y que operan ya como efectivos candados que impiden un mal uso de los recursos públicos.
Si todo lo anterior es una concreta y contundente realidad y no solo frases bonitas que sazonan el discurso oficial: ¿A qué carajos le temen?
Actúen como deben.
Gasten y gasten bien, porque, si no se han dado cuenta, ya quedó atrás el romanticismo del cambio y la añoranza de aquellas impresionantes batallas electorales.
Ya es la hora de dar resultados.
Peor para quienes no lo entiendan.
Para quienes no quieran ver los números, los sondeos, su verdadero posicionamiento.
¿Cómo quieren trascender?
¿Cómo quieren pasar a la historia?
¿Como todos los demás?
Vaya desperdicio.
Si no corrigen y pronto, acabarán con la confianza ciudadana, con el famoso bono democrático, en tiempo récord.
La famosa “lucha” que tanto cacarean, habrá sido entonces una utopía efímera, impecable desde la teoría, pero absolutamente inútil al momento de traducirse en programas efectivos de gobierno.