Por Valentín Varillas
Si usted tiene dudas sobre cuál va a ser el derrotero que tome el calderonismo en las definiciones de cara al proceso electoral de julio, no las tenga más.
A partir de su renuncia a la candidatura presidencial, Margarita Zavala ha tenido acercamientos concretos, de altísimo nivel, con operadores de la campaña del priista José Antonio Meade y con mensajeros enviados directamente desde la oficina principal de la residencia oficial de Los Pinos.
Hay inclusive ya una oferta concreta de hacerla llegar al Senado, ensayando todas las técnicas de alquimia electoral en las que el régimen tiene maestría.
Sí, todo parece indicar que el poquísimo capital político que en los hechos representa Zavala Gómez del Campo jugará a favor del abanderado priista.
La avanzada llegó hace semanas con la incorporación de Javier Lozano Alarcón a la vocería de la campaña y su inclusión al núcleo más cercano del búnker tricolor.
Ya en lo que al desarrollo de la campaña se refiere, Margarita tocó muy poco a Meade y a lo que representa políticamente.
Críticas tímidas, tibias, calculadas bajo la lógica de hacer el menor daño posible y al mismo tiempo intentar mantener cierta congruencia ideológica y discursiva.
Tal vez ahí se empezó a fraguar el fracaso del proyecto de la abanderada independiente.
No golpear abiertamente a un régimen que ha encabezado un auténtico sexenio a fondo perdido, resulta en los hechos un suicidio político.
Más en el contexto de que 8 de cada 10 mexicanos reprueban al presidente y su gestión.
Sabedora de que los agravios con Anaya y el grupo que la desterró de Acción Nacional son reales e irreparables y de que su candidatura caía en picada sistemáticamente, optar por el PRI y su candidato como línea de vida política era el paso a seguir.
En plena mesa de negociaciones vinieron las solicitudes de pruebas de amor.
Enviar a Ernesto Cordero y a Roberto Gil Zuarth a declarar abiertamente que votarán por Meade fue parte de los acuerdos.
Así, los mal llamados “panistas rebeldes” terminaron comportándose como lo que siempre han sido: “priistas institucionales”.
Otra parte del acuerdo, el más interesante, tiene que ver con el hecho de que Margarita recibirá desde ahora todo el apoyo para convertirse en la mujer que encabece la oposición a Andrés Manuel López Obrador en caso de que sea el próximo presidente de la República.
Lo anterior supondría también el regreso de Zavala al PAN, a través de llevar a cabo un proceso radical de renovación de liderazgos al interior del blanquiazul.
Ricardo Anaya cargaría con toda la culpa de la derrota del partido en las urnas debido al autoritarismo con el que amarró su candidatura y definió la estrategia electoral del Frente, lo que significaría en los hechos prácticamente rendir el partido y entregarlo a un grupo distinto.
En este contexto, el calderonismo podría enfrentar nuevamente al grupo político del ex gobernador poblano Rafael Moreno Valle, quien quiere ser la figura opositora a López Obrador en el próximo sexenio para -desde esta posición- tejer su candidatura presidencial en el 2024.
Margarita busca lo mismo, ambos están ya del lado de Meade y Peña, en teoría, los apoya a los dos.
Es la batalla que viene, que no es nueva y que en su primer round tuvo como ganador a Rafael.
Los despojos de lo que quede del PAN serán la próxima manzana de la discordia, una vez que se resuelva la lucha por la presidencia.
Y se va a sudar con la misma calentura.
Ya lo verá.