Por Alejandro Mondragón
Eran los años maravillosos entre el gobernador Rafael Moreno Valle y el senador Luis Miguel Barbosa. El uno para el otro.
Y así el mandatario poblano le pidió a su operador Barbosa que vetara, por la vía del PRD, la postulación de Blanca Lilia Ibarra como comisionada del entonces Instituto Federal de Acceso a la Información, hoy Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales.
“Esa pinche vieja es mi enemiga (…) Del PAN me encargo yo”.
En la renovación del órgano garante de la transparencia en 2014, Blanca Lilia quedó fuera y en su lugar Moreno Valle propuso a la esposa del corrupto ex gobernador, Mariano Piña Olaya.
¿Qué razones tenía Moreno Valle para detestar a Ibarra?
Apenas inició su sexenio y comenzaron los dolores de cabeza para Blanca Lilia.
Los secretarios del gabinete empezaron a quejarse por las solicitudes de información que se les hacían.
“No nos deja trabajar”, se quejaron amargamente Jorge Aguilar Chedraui (Salud); Patricia Leal (Contraloría); Bernardo Huerta (SCT); y Luis Maldonado (SEP), entre otros.
Le llenaron la cabeza, un mandatario muy influenciable en ese aspecto, de que atrás estaba Mario Marín y su grupo para desestabilizarlo y demás mamadas que suelen usar cada vez que querían hacer chingadera y media sin rendir cuentas.
Moreno Valle les compró el boleto y pidió a Fernando Manzanilla, titular de la Secretaría General de Gobierno, meterla en cintura. La llamó a su oficina en Casa Aguayo y le leyó la cartilla.
En pocas palabras, el gobernador quería que Blanca Lilia Ibarra le demostrara lealtad absoluta haciéndose pendeja con todo lo relacionado con la transparencia.
Ella se negó y pagó las consecuencias.
Asumió su papel de exigir a las dependencias que cumplieran con lo que marca la Ley, impugnó el cobro que hacia de 75 pesos por copia de expedientes a revisar, y algo que no toleró Moreno Valle fue la petición para que se revisaran sus viajes en el helicóptero Agusta.
“Por qué tengo que darle cuenta a cualquier pendejo”, así con esos modos.
“Blanca Lilia, amigoooo, no se deja ayudar”, contaba un morenovallista sabedor que le iban a echar el aparato.
En efecto, le recortaron gastos, le revisaron cada peso que usaba, la mandaban a hoteles de paso cada vez que tenía que acudir con la representación de la Comisión de Acceso a la Información de Puebla a otros estados.
Cero viáticos, se colgaron de sus aparatos telefónicos, enfrentó intentos de asalto en su casa, a su marido le inventaron denuncias de acoso sexual para echarlo del ISSSTEP, pese a que es uno de los médicos más honorables que hay en Puebla.
Mandaban mensajes de acoso a sus hijos, la perseguían, hostigaban, bloquearon en universidades hasta que tuvo la oportunidad de dejar todo. Renunció a la presidencia de la CAIP.
Con discreción solicitó su registro como candidata del entonces IFAI. Moreno Valle se enteró por Barbosa y le pidió vetarla.
El gobernador y los suyos festejaron con todo su acción que en realidad significó una de las primeras agresiones de género en Puebla que quedó impune.
En 2015, fue propuesta para ocupar la dirección del Canal del Congreso. Ahí, quiso atacarla a través de los diputados federales del PAN y PRD, pero se estrellaron con Manlio Fabio Beltrones y su mayoría.
Cuatro años después del veto morenovallista, Blanca Lilia Ibarra, quien por cierto jamás lo ha descalificado ni en público ni en privado, fue elegida como comisionada del INAI para un periodo de 7 años.
Sin duda, la venganza es un platillo que se come en frío.