En medio de la emergencia sanitaria por el brote del virus de la ahora pomposamente llamada influenza humana, la pregunta más frecuente que se hacen los derechohabientes del IMSS es ¿y dónde están los doctores?
Y es que, tal parece que entre algunos valientes galenos cundió el pánico y, ante la posibilidad de contagio, como auténticas avestruces decidieron esconder la cabeza bajo tierra.
Mientras, congruentes con el llamado de las autoridades, cada vez son más los ciudadanos que se acercan a los centros de salud con cuadros sintomáticos similares a los del virus tipo C de la influenza para que les diagnostiquen la clase de enfermedad que padecen, y por lógica, cada vez son menos los que reciben una atención adecuada.
El tema se ha convertido, y con razón, en una de las principales preocupaciones de los poblanos.
Las denuncias de falta de personal médico en las clínicas del Seguro Social adquirieron tal magnitud, que le fue imposible ya a las autoridades del instituto negar la realidad, aunque como siempre, al final la minimizaron.
Por un lado reconocen que las denuncias son ciertas, pero por el otro, aseguran que el nivel de ausentismo médico registrado en sus clínicas y hospitales se calcula tan sólo entre un cinco y un diez por ciento.
¿Se le hace poco en un contexto de demanda creciente de servicios de salud?
¿Cuántos médicos en total no están actuando de acuerdo con el nivel de responsabilidad que su profesión les demanda, en un momento en el que se les necesita más que nunca?
Pero, más allá de los números, surgen otras interrogantes fundamentales:
¿Qué hacer cuando los únicos capaces de dar una respuesta concreta a los ciudadanos en materia de atención médica huyen despavoridos en plena contingencia?
¿Qué pensar si los que deberían estar firmes al pie del cañón hoy brillan por su ausencia?
¿Qué saben ellos que el resto de los mortales ignoramos?
¿O se trata simplemente de cobardía pura?
Vaya manera de honrar el hoy tan devaluado juramente hipocrático.
La paradoja mayor se da cuando contrastamos el discurso del presidente Calderón con casos como estos.
Las autoridades intentan calmar el pánico de la población asegurando que todas las instancias médicas del país, públicas y privadas, no regatearán esfuerzos para cumplir cabalmente con las necesidades de la población y que están obligadas a brindar sus servicios gratuitamente a quienes los soliciten.
Ya ve que no es así.
La falta de atención efectiva de los derechohabientes poblanos podría llegar a convertirse en una peligrosa chispa que pudiera prender la mecha de la inconformidad social en un momento en donde la estabilidad nacional está sostenida con alfileres.
EL IFE…CHIQUITO
Vaya que fue un shock para muchos el ver a la autoridad electoral federal en Puebla auténticamente apanicada ante la epidemia de la influenza humana.
Los consejeros, de la mano de su recio presidente temblaban de miedo en su más reciente sesión.
Ante la escasez de los famosos “tapaboca”, decidieron, muy modositos ellos, confeccionar los propios, que muy generosamente repartieron entre los compañeros reporteros.
Con manos temblorosas y voz cortada, Luis Garibi anunció que a partir de ahora , estos próceres de la democracia moderna se enclaustrarán en su inviolable búnker y no tendrán contacto alguno con el resto de los mortales.
No darán entrevistas, no hablarán con medios, nada de nada.
¿Qué no se han enterado del optimista discurso oficial?
¿No saben que en Puebla no hay ni un solo caso de influenza C?
¿O de plano no le creen al discurso oficial?
De ese tamaño son las autoridades que, con toda virilidad, tendrán que llevar a buen puerto las elecciones federales de julio, convencernos de que el proceso se llevó a cabo con absoluto apego al estado de derecho y sobre todo, serán los responsables de desahogar con éxito las inconformidades que presenten los partidos en torno a supuestas irregularidades que pudieran darse durante el desarrollo de la elección.
¿Usted les va a creer?
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