Por Alejandro Mondragón
En seis municipios de la llamada zona del Triángulo Rojo: Tepeaca, Tecamachalco, Palmar de Bravo, Quecholac, Amozoc y Acajete se concretan 7 de cada 10 tomas clandestinas de gasolina de Pemex.
Son las demarcaciones donde el huachicol se convirtió en una próspera industria, más rentable que la propia AUDI, joya de la corona de inversión sexenal del morenovallismo. Las ganancias, según datos de Petróleos Mexicanos, suman los 2 millones de pesos diarios.
¿Qué permitió la expansión de la ilícita actividad en Puebla?
¿Por qué de pronto nos sentimos peor que en Reynosa o igual que en la zona caliente de Michoacán?
¿Nadie se dio cuenta?, todos se llaman sorprendidos, incluso el presidente Enrique Peña Nieto, quien pretende ganar con balas la guerra en el Triángulo Rojo.
No, dejemos en claro que si existen bandas de huachicoleros, protegidas por familias (amas de casa y menores de edad), es porque las autoridades lo consintieron.
Hubo colusión entre el poder y la delincuencia. Los gobernantes se volvieron socios de los “bad hombres”, por lo jugoso del negocio.
De los seis municipios donde gobiernan los huachicoleros, cuatro: Tecamachalco, Palmar de Bravo, Amozoc y Acajete, corresponden al morenovallismo. Son los operadores del ex gobernador de Puebla en la búsqueda de la candidatura presidencial.
Al PAN, PRD y Pacto Social de Integración pertenecen los ediles, quienes en la campaña del 2013 siempre recibieron el apoyo huachicol con pago de comidas, regalos a los asistentes, traslados y, por supuesto, gasolina a mejor precio.
Los otros dos municipios, Quecholac y Tepeaca, son emanados del PRI, pero sus autoridades fueron muy cercanas al morenovallismo, al grado de operar temas con el mandatario, sin importantes sus partidos. Pregúntenle a Blanca Alcalá cómo le fue en esas localidades en el 2016.
Autoridades municipales que se hicieron de la vista gorda, dejaron que las familias también se volvieran parte del negocio.
El sexenio anterior, lo dijo el diputado local de la zona de Amozoc, Mario Rincón, poco hizo para combatir a los huachicoleros.
Nada hizo, claro, por la colusión con los grupos, cuyo representante de los intereses morenovallistas fue ni más ni menos que el ex secretario de Seguridad, Facundo Rosas, convertido en el jefe paramilitar del grupo.
Mientras no caiga Facundo, no se investigue a fondo las omisiones morenovallistas ante los huachicoleros, se deslinden los alcaldes cobijados por las bandas, eso que prometió Peña Nieto de limpiar la región, no dejará de ser otra ocurrencia de Chespeñito.
Que el ejército y los civiles sigan aportando los muertos, el dinero del negocio será para los políticos.
Lo grave es el fracaso de la cultura de la legalidad, en cada poblano de la región vive un huachicol. El cuento de nunca acabar, mientras siga el oro negro como fuente de poder.