Por Valentín Varillas
Amarrados en lo político y en lo económico, Rafael Moreno Valle y Enrique Peña Nieto comparten un interés común en términos de su futuro político en el corto plazo.
Y es que, la forma en la que se está perfilando la coyuntura electoral del 2018, orilla a ambos a trabajar en aras de mantener sus posiciones de poder en los estados que en su momento gobernaron.
Lo que en su momento se planteó cada uno como el Plan B de su estrategia, se ha convertido con el tiempo en la auténtica joya de la corona.
Sabedor que será prácticamente imposible que le herede la presidencia de la República a un priista, Peña y su grupo se han propuesto ganar el Estado de México a como dé lugar.
Millonarios recursos públicos se han destinado para la operación electoral a favor del candidato del PRI, Alfredo del Mazo, teniendo como alfiles de campaña a importantes secretarios del gobierno federal, quienes en las últimas semanas han centrado su actuar como funcionarios públicos en territorio mexiquense.
Atrincherarse en el terruño y esperar que López Obrador no gane la elección del próximo año, teniendo garantizados el control político y los negocios al amparo del poder en los dominios del Grupo Atlacomulco, no parece una mala apuesta para un presidente que hoy concentra el rechazo de más del 87% de la población que gobierna.
Por su parte, el ex gobernador Moreno Valle ve cómo su sueño presidencial se aleja, al no contar con los números suficientes para ser considerado como la carta más competitiva del PAN para regresar a Los Pinos y garantizar la impunidad de Peña y su círculo íntimo.
Desde hace más de un año, el poblano y sus asesores se plantearon que el escenario más probable era tener que esperar seis años más para concretar “el proyecto” y que había que tomar todas las providencias posibles para maximizar los beneficios de no competir de lleno por la candidatura blanquiazul.
“Encarecer la negociación”, fue la consigna y se ha seguido al pie de la letra.
¿La joya de la corona?
El control absoluto de Puebla, por los siglos de los siglos y hasta que el modelo dé.
Moreno Valle ha jugado sus cartas bajo esa lógica.
Hoy, no quedan dudas de que su actuar se dará en función del interés presidencial.
Todo apunta que, al interior del PAN, intentará vender caro el bajarse de la puja por la candidatura, en aras de llevar mano en el proceso de selección de candidatos en Puebla –todos- y amarrar para él un escaño en el Senado, coordinar la bancada panista y así seguir vigente en la política nacional.
Lo anterior, claro está, con la venia de la presidencia.
Otra vez, del control total de Puebla.
Y es que, nuestro estado y sobre todo el jugoso presupuesto que maneja, es la auténtica joya de la corona para el todavía gobernador y su grupo.
Garantizada la continuidad de aquí al 2018 y con una oposición desconectada en lo político y amedrentada en lo jurídico, las posibilidades de amarrar otros seis años más son altísimas.
Haga cuentas: más de 82 mil millones de pesos de presupuesto por año, mínimo por los próximos 8 años.
Nada mal.
En control total en lo político y los millonarios negocios personales al amparo del poder, además del manejo absoluto del erario para financiar el sueño presidencial para el 2024, no parece una mala negociación.
Súmele el infaltable pacto de impunidad sexenal y el círculo se cierra.
“Ganar perdiendo”, el verdadero fin de la estrategia.
Para los dos.
