Por: Valentín Varillas
No se vaya con la finta.
La cabeza de esta columna no sugiere que el resultado de la elección en este estado de la República será necesariamente el mismo que veremos en Puebla después de la jornada del 5 de junio próximo.
Para poder adelantar con certeza algo así, falta todavía un buen tramo por recorrer y mucha política por hacer.
Sin embargo, lo que vimos el domingo pasado es la aplicación a rajatabla de la misma estrategia electoral diseñada para intentar ganar la mayoría de los estados cuyas gubernaturas estarán en juego en este 2016.
Puebla, por supuesto, como altísima prioridad.
Que no le quepa duda, la columna vertebral de la operación electoral priista será el ataque frontal, la descalificación y la guerra sucia en contra del gobernador Moreno Valle, su candidato, además de su círculo más cercano.
Al igual que en Colima y antes en Sonora -entidad que operó Manlio Fabio sin haber llegado siquiera a la dirigencia nacional del tricolor-, en Puebla la candidata no tendrá siquiera que subirse al ring a golpear a sus adversarios.
Su papel será únicamente el privilegiar las propuestas centrales de su plan de gobierno y evitar caer a toda costa en cualquier tipo de provocación.
Será, faltaba más, la cara bonita y limpia de una guerra sin cuartel.
Lo anterior fue fundamental para que los jerarcas priistas pudieran convencer a quien en Puebla cumple de mejor manera con los criterios de rentabilidad política a aceptar la nominación y, por lo tanto, maximizar el potencial de votos a obtener en la contienda.
Otros, por supuesto, tendrán la encomienda de operar la guerra sucia priista.
Si bien no está decidido todavía quién será la cara visible de los ataques, todo parece indicar que el CEN optará por el diputado federal, Alejandro Armenta, desde la coordinación de la campaña de Blanca.
El de Acatzingo ya le ganó al morenovallismo en el proceso 2015.
Pudo derrotar la maquinaria de operación del gobierno estatal con todo y sus millonarios recursos y no se amilanó cuando desde la oficina principal de Casa Puebla se giró la orden de echarle encima y con todo “el aparato oficial”.
Tepeaca era un distrito prioritario para Moreno Valle.
Ahí compitió Mario Rincón, uno de sus incondicionales, de los que en teoría y de acuerdo a lo invertido en su campaña, de plano no podía perder.
Otro activo que le ven a Armenta los jerarcas del CEN tricolor es su buena relación con personajes importantes del gobierno federal y con delegados poblanos cuya operación será estratégica para intentar recuperar con éxito Casa Puebla.
De esta manera, piensan ellos, se garantizaría el eficiente uso electoral de programas y dinero público provenientes del gobierno de la República, factor que sin duda tendrá un peso específico importante en el desarrollo de la campaña.
Y es que, los priistas poblanos, necesitados como nunca de apoyos reales o ficticios, sienten que por fin son escuchados por el presidente Peña y el tlatoani Manlio.
Imaginan que, después de vivir 5 años en el más absoluto abandono (3 de ellos con una administración federal que de plano no los ha pelado) en este año llegará la tan anhelada resurrección.
Le digo, a esta historia le faltan varios capítulos por escribir.
Sin embargo, una inyección de optimismo para los tricolores fue la encuesta publicada ayer por el diario El Universal, en donde el PRI aventaja hasta con 6.5 puntos porcentuales al virtual candidato del moenovalllismo.
Todo el lunes, los estrategas trabajaron en una táctica efectiva para descalificar mediáticamente este ejercicio estadístico, utilizando las plumas y medios afines.
Y es que, en la oficina principal de Casa Puebla cayó como balde de agua fría el que, en plena orgía publicitaria con motivo del V Informe, se empiece a manejar en el ámbito nacional que uno de los tiradores a la presidencia en el 2018 no tiene siquiera amarrada la elección en su estado, por cierto, la más importante de su vida.
