El PAN entró a la campaña dividido en dos: los morenovallistas y los panistas. Se desgastaron durante la contienda. Las posiciones se volvieron irreconciliables. Lejos de sumar, restaron.
Nadie cree que la pérdida de distritos en la capital (6, *11 y 12) sea resultado de que los poblanos ya perdonaron a Mario Marín, quien operó buena parte de la campaña. En realidad hubo un voto de castigo de las familias custodias del PAN contra el morenovallismo y todo lo que representa.
El distrito 9 apenas se ganó y precisamente con la más panista del póker de azules en la ciudad. Hubo hartazgo social, pero la derrota de los morenovallistas en la capital fue resultado del voto en contra de los panistas.
Que se sigan madreando los líderes panistas, Rafael Micalco y Pablo Rodríguez Regordosa.
Los propios roces entre personajes del primer círculo del gobernador que adelantaron en el 2015 la sucesión del 2016 fueron ilustrativos de que se perdió el control.
El gobernador se ocupó más por hacer campañas por su partido y su causa presidencial en doce estados del país y se olvidó físicamente de Puebla. Encargó la elección y se desató el caos, pues curiosamente los derrotados son quienes nunca se dejaron ayudar, creyeron que bastaba con prender una veladora a San Rafael la noche anterior a la elección.
El grupo gobernante creyó que el gobierno de Peña Nieto, como había sido una costumbre, se mantendría al margen y amarraría las manos a los priistas poblanos. Por el contrario, hubo recursos, estrategia e inteligencia (espionaje) para que mientras los panistas gritaran para cancelar el reparto de televisores, los operadores tricolores entregaran estufas y demás apoyos en comunidades marginadas y alejadas del morenovallismo.
Se obsesionaron tanto con Marín en la línea discursiva de la campaña que no tuvieron un minuto para evaluar sus propios errores.
Apretaron de más, amedrentaron a opositores y la detención de universitarios fue la gota que derramó el vaso. Después de 25 años de estabilidad en la BUAP, tomaron la rectoría y exhibieron como lo que es a Alfonso Esparza, un empleado sumiso más.
La estrategia de comunicación de la campaña panista nacional fue un reverendo fracaso con Marcelo García Almaguer, quien cada fin de semana venía a revisarla y terminaba diciendo que todos eran unos pendejos y que ante su fracaso había que meter a Mario Marín como baluarte del tricolor.
El mejor resultado de su eficacia: el PRI ganó la mayoría legislativa.
Y DEL OTRO LADO
Ganar tres de los 4 distritos de la capital pone al dirigente municipal José Chedraui como carta natural para la alcaldía en el 2018.
Y la lideresa estatal Isabel Allende, quien contra viento y marea reporta números favorables para el PRI cuando nadie le auguraba nada, queda a deber con el hecho de que su distrito Ciudad Serdán lo perdió.
*El resultado final en este distrito será de fotografía.
