Ese día, precisamente, vencía el plazo para impugnar el fallo del Tribunal sobre la aceptación de más de 14 mil solicitudes de afiliación al partido en el estado.
El mandatario no contestó, pero a partir de ahí se rompió para siempre la relación.
Desde esa fecha, el gobernador canceló cualquier comunicación con el líder partidista, quien solicitó decenas de veces audiencia.
Ni lo pelaron.
Ese fue el punto de quiebre que explica una serie de desencuentros posteriores, que si bien se han intensificado en días recientes, están lejos de terminar.
Y es que, para el gobernador, la falta de respeto de la que fue objeto amerita consecuencias mucho mayores al castigo que supone el meter a Micalco a la congeladora política.
El paso siguiente será el hacer pública una extensa revisión de las finanzas del partido, en donde, de entrada, existen severas dudas sobre el destino de 40 millones de pesos producto del pago de las cuotas de los militantes.
El tema promete detonar un escándalo mayúsculo con alcances nacionales en el seno del blanquiazul y en donde intervendrán no sólo las instancias internas encargadas de impartir justicia al interior del partido, sino las autoridades judiciales.
Este será el motivo perfecto para evitar a toda costa que Micalco se reelija al frente del CDE poblano, algo que se ha convertido ya en una auténtica cruzada para el mandatario estatal, quien por cierto tiene ya listos los movimientos a realizar en su tablero de ajedrez para continuar manejando al partido a su antojo.
Hasta el momento, la estrategia consiste en perfilar al actual líder panista en la capital, Pablo Rodríguez Regordosa, como sucesor de Micalco y mandar a la presidencia del comité municipal a la todavía diputada federal, Blanca Jiménez, quien recientemente se dejó ver muy entusiasta en el inicio de campaña de los candidatos del blanquiazul en la capital.
Ambos perfiles, en la lógica oficial, garantizan institucionalidad y sobre todo: sumisión absoluta.
Al mismo tiempo y pese a ocupar un lugar en la Comisión Permanente del partido, el futuro político de Rafael Micalco parece, en esta coyuntura, absolutamente incierto.
Y es que, ahora que ha pasado a integrar ya larguísima lista de “indeseables” para el actual régimen, a medida que se fortalezca la imagen del gobernador y las posibilidades de que permanezca vigente en las grandes ligas de la política nacional, más oscuro se pondrá el horizonte de quien su momento no sólo fue un importante aliado, sino la pieza clave para que la candidatura de Moreno Valle al gobierno del estado fuera aceptada por los siempre dogmáticos panistas ortodoxos.
“Cosas de la política” —dirán los que saben.