La emergencia fue tal que un grupo de “notables” encabezados por Alfonso Esparza se reuniópara darle forma a una estrategia de control de daños que consistía en zafarse a como diera lugar del embrollo y culpar mediáticamente a terceros por los hechos de violencia.
De esta manera, establecieron dos vertientes sobre las cuales se construiría la supuesta exoneración del rector y sus principales colaboradores, ambas ideadas por Dimas Chávez y Rufino Márquez, operadores del Secretario General, René Valdivieso.
La primera de ellas consistió en culpar directamente al gobernador del estado y a su principal operador, Eukid Castañón, aprovechando el hecho de que la actual administración estatal tiene una bien ganada fama de autoritaria y represora.
Vender que se trataba de otro ejemplo claro de cómo en Puebla se intenta aplastar con todo cualquier protesta de tipo social, resultó muy fácil debido a los contundentes antecedentes en la materia.
Para ello, se utilizaron a los medios de comunicación que han mostrado desde el inicio del sexenio una postura muy crítica hacia Rafael Moreno Valle, pero que alaban al rector gracias al jugoso financiamiento que por debajo del agua reciben por parte de Alfonso Esparza.
En su cobertura informativa, todos interpretaron que detrás del desalojo, de las agresiones y la privación ilegal de la libertad de los rebeldes estudiantes, estaba el puño de hierro del ya famoso Góber Bala.
Para nadie es un secreto el hecho de que Esparza hoy tiene mucho mejor prensa que el mismísimo mandatario estatal.
La segunda vertiente se basó en culpar a Guillermo Nares Rodríguez y a su operador, César Bermúdez Oliver alias “El Gallo” —personajes incómodos a la actual rectoría— , de estar detrás de las declaraciones hechas por el Secretario de Gobernación municipal, Manuel Castañeda Rodríguez, en el sentido de que la violencia desatada el pasado domingo en el primer cuadro de la ciudad se debió a un “enfrentamiento entre grupos rivales universitarios”.
Sin decirlo abiertamente, el funcionario avalaba implícitamente la versión de los estudiantes en el sentido de que habían sido agredidos por gente enviada desde la misma rectoría e identificada entre la comunidad universitaria.
En la lógica de rectoría, a pesar del fallido intento de colar a Nares en la planilla de Tony Gali como candidato a síndico municipal, las relaciones entre el ex director de la facultad de derecho y el alcalde de la capital caminan en el mejor de los términos.
Sobra decir que el peor escenario para el rector se cumplió.
Y es que, ninguna de estas versiones convenció a la gran mayoría de quienes integran la comunidad universitaria, en donde es un secreto a voces que el operativo de desalojo fue ideado y llevado a la práctica por porros a las órdenes del grupo hegemónico.
Por cierto, estas mentes brillantes cometieron otro error.
El tema se les salió de las manos de la misma manera que el intento de escarmiento que pretendieron darle al ex rector Samuel Malpica y que terminó con su cobarde y artero asesinato.
Que no le quepa duda: se trata de los mismos.
Por cierto, al igual que el crimen de Malpica, las agresiones y el secuestro de estudiantes siguen a la fecha impunes, sin un solo sospechoso detenido.