Se trata, ni más ni menos, de un personaje que el aparato propagandístico oficial —público y privado— vendió hasta la saciedad como un héroe lesionado en batalla contra terroristas que pretendían desestabilizar el estado.
Es el protagonista principal de aquel video reproducido maniáticamente en medios locales y nacionales, además de redes sociales.
Fue a quien le dieron la responsabilidad de llevar en hombros la credibilidad de la versión oficial sobre los hechos en Chalchihuapan.
¿No se merecía por lo menos un lugar en la comparecencia?
Si realmente fue una de las víctimas principales del operativo, ¿su testimonio no resultaba valioso para las investigaciones?
La lógica más elemental indica que sí.
Además, hubiera sido muy interesante que, a partir del caso de González Ricaño detenido en el 2011 por este mismo gobierno que hoy lo victimiza, Raúl Plascencia y los visitadores CNDH tuvieran elementos para evaluar la realidad de los cuerpos policíacos estatales.
Su estado psicológico, sus antecedentes, su capacitación, su honestidad y, sobre todo, su calidad moral.
No son cuestiones menores.
Estos aspectos resultan fundamentales para determinar el criterio de los uniformados para la toma de decisiones en situaciones consideradas como de alto riesgo.
Si un personaje como éste no tuvo empacho en ser parte de una red de delincuentes que se dedicaba a la prostitución a menores de edad y a la trata de personas, su actuar como policía no puede estar normado bajo el respeto absoluto de los derechos humanos.
Vamos, no debe ni siquiera entender el concepto.
Los antecedentes de este individuo y su permanencia en los cuerpos de seguridad pública deben de ser considerados para emitir un dictamen imparcial y realista sobre el caso.
El fracaso rotundo de las pruebas de confianza como elemento para normar la limpia en las corporaciones policíacas deja en evidencia el riesgo enorme de que éstas sigan siendo infiltradas por criminales.
Esos que en teoría nos cuidan y están de lado de los ciudadanos.
Esos que hoy se venden como víctimas, pero que cargarán para siempre con un niño muerto, en el currículum y en la conciencia.
