Su peregrinar desde los lamentables hechos del pasado 9 de julio lastimó y dolió a vastos sectores de la sociedad que han expresado su indignación por distintas vías.
Una millonaria campaña de propaganda con fondos públicos para imponer la versión oficial de los hechos contaminada con intereses políticos hacen que se pierda de vista una verdad insoslayable: José Luis fue asesinado en la autopista a Atlixco.
Hubo un crimen y el Estado fue incapaz de proteger la vida de un menor. Es más, usted ha señalado al gobernador Rafael Moreno Valle como el culpable de la muerte de su hijo.
Las autoridades federales como Pilatos, se lavan las manos, y el presidente la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Raúl Plascencia, igualito que Judas.
Lo cierto es que hasta este momento no hay un policía en arraigo, se desconoce la bitácora de las armas entregadas tras los hechos en Chalchihuapan y nadie sabe de los protocolos del operativo.
La contradicción y el cambiante discurso han sido la tónica del procurador Víctor Carrancá y de los secretarios de Gobierno, Luis Maldonado; y de Seguridad, Facundo Rosas.
El gobernador finalmente dejó de encabezar personalmente su defensa ante la derrota de su estrategia de comunicación, hoy entregada a Marcelo García Almaguer, vocero nacional del PAN; desplazando a Héctor Alcudia y Fernando Crisanto. Sin embargo, sigue la propaganda de imagen. Cambian las personas, continuan los mismos errores.
Los hechos han ido desmontando la versión oficial.
No quiero pensar el dolor que le causa ver en los medios las fotos de su hijo en condiciones tan lamentables como la necropsia, escuchar la forma en la que manipularon sus primeras palabras en el hospital y la asquerosa criminalización que hicieron desde el poder para responsabilizarla de la muerte de su crío.
Son ignorantes quienes creen que los niños y las mujeres son escudo en las manifestaciones. Desconocen los usos y costumbres en los pueblos. La solidaridad con los suyos ante los excesos de los gobernantes.
La protesta es siempre familiar cuando se trata de cuestiones religiosas o que afecta a sus muertitos o los trámites de la escuela.
Tampoco cierro los ojos ante la presencia de personajes o grupos que buscan intereses ajenos a quienes reclamaban que no les quitaran el registro civil.
Todas las calamidades se juntaron aquella tarde del 9 de julio. Esa orden de pártanles la madre quedará ahí, en la ignominia del poder iguala.
Lo terrible es que mientras entre los pobladores, unos perdieron el ojo, las cuerdas vocales o la mano, usted no volverá a ver a José Luis.
Nadie puede sentir su dolor. Quizá ahora que los gobernantes son padres adoptivos aprendan que no existe más amor incondicional que el de la madre o padre hacia sus hijos.
Le decía que todos perdimos algo en Chalchihuapan, pero nadie como usted. Sin embargo, me queda claro que aunque suene doloroso tuvo que darse esta muerte para que la sociedad comprendiera el valor de los contrapesos.
No se puede mantener el status quo existente hasta antes del 9 de julio. Esa fecha es un parteaguas. Ya nada en Puebla será lo mismo.
Los excesos del poder deben erradicarse mediante el desmantelamiento del ejercicio absoluto del control en los otros dos poderes: Legislativo y Judicial.
No más universidades, como la BUAP, sometidas. Los medios de comunicación pagan con la credibilidad el abdicar al derecho de ejercer la crítica informativa. Otros organismos autónomos tienen que recuperar eso, su independencia.
El Poder Legislativo tiene en sus manos, Doña Elia, la posibilidad de ya no ser rehén del Ejecutivo. Debe desmontar el andamiaje jurídico y político que ha avalado para la construcción de un proyecto que trascienda el sexenio.
El Judicial aplicar lo que marca la Ley, no más, no menos. Los partidos políticos soltarse el yugo de Casa Puebla, mientras que el mandatario reconstruye su gobierno. Su gabinete, rebasado.
Moreno Valle puede perder -tras este hecho- la posibilidad de ser candidato presidencial en el 2018, la podría recuperar en 2024, pero usted, Doña Elia, no tendrá ese chance. La muerte es irreparable.
Si tenemos vergüenza que cada quien asuma su parte de responsabilidad. De esa displicencia del ciudadano que sólo se ocupa si cae en un bache, le cierran una calle o le cobran una foto multa.
La muerte de su hijo, Doña Elia, no fue tampoco por nada.
Marcó el sexenio y a Puebla.
Necesitamos más sociedad, menos gobierno.
Los morenovallistas que orquestan la campaña en su contra y los pobladores están seguros que verán a su jefe en la boleta electoral del 2018, pero deben saber que José Luis no, él sí no lo podrá mirar en vida.
Le dejo un abrazo.