El objetivo es claro: más allá del panorama que le presenten Oscar Alejandro Santizo y su jefe Facundo Rosas, el munícipe quiere tener a toda costa su propio diagnóstico sobre la realidad que se vive en la capital en materia de delincuencia.
En ese contexto, la comunicación con Ardelio es de altísima prioridad para Gali.
Las llamadas son frecuentes, los encuentros personales no tanto, pero la información que se comparte y las recomendaciones hechas son por demás importantes para el alcalde.
Y es que, desde el inicio del período de transición, el tema de seguridad fue etiquetado como el más importante a atacar durante la actual administración.
Para Gali, siempre estuvo claro que necesitaba echar mano de un poblano, con amplio conocimiento de la dinámica e historia de los grupos delincuenciales, para darle forma a una estrategia efectiva en la materia y dar resultados concretos.
Por eso, en varias ocasiones manejo públicamente los nombres de Manuel Alonso y de Eduardo Vázquez, como posibles secretarios.
Daba por hecho que, como presidente municipal, iba a tener la facultad de nombrar al titular de la cartera más importante de su gobierno.
No fue así.
No contaba con que el gobernador Moreno Valle iba a darle el visto bueno a la estrategia planteada por Facundo Rosas de imponer a sus incondicionales en los puestos claves de seguridad en los municipios más importantes del estado.
Para eso, como le contaba ya en un entrega anterior, echó mano de elementos federales que trabajaron para él mientras se desempeñó como funcionario público en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Sí, otra vez la búsqueda del “control total”.
El alcalde tragó espeso cuando se concretó la imposición de Santizo, pero al menos le quedó como consuelo la permanencia de Eduardo Vázquez en el CERI, alguien que le presentaría, de manera directa y sin intermediarios, la realidad diaria del crimen en la capital.
Las alarmas y los focos rojos de emergencia se prendieron en palacio municipal cuando desde Casa Puebla llegó la súbita orden de correr a Vázquez Rossáinz de manera inmediata.
Así, sin aparente razón de por medio.
De la misma manera, de forma inexplicable, se concretó otra imposición más ajena a los intereses y competencia del presidente municipal.
Con el mes de mayo llegó a la titularidad del CERI, Héctor Emmanuel Navarro, quien viene de Jalisco con un desconocimiento absoluto de la historia, dinámica y realidad de la seguridad en la capital del estado.
Sobra decir que, en el nombramiento, mucho tuvo que ver también el poderosísimo secretario de seguridad pública estatal, quien se ha salido con la suya al momento de implementar una especie de mando único de facto en aquellos municipios en donde sus recomendados se encargan de “combatir” la delincuencia.
En este contexto, la asesoría fantasma de Ardelio Vargas cobra una importancia vital en una ciudad en donde la comisión de delitos crece como la espuma y el alcalde es rehén de imposiciones que en los hechos escapan a su ámbito de competencia y que reportan directamente a su verdadero jefe, que despacha por cierto en la oficina principal de Casa Puebla.