La única petición que Gali le hizo al gobernador fue que a su salida de la dependencia mantuviera en su puesto a Artasánchez, quien desde el inicio del sexenio se encargó de cuidar los intereses personales de Tony en la secretaría.
Mantener acuerdos y privilegios, verificando siempre que los compromisos hechos con el círculo más cercano se cumplieran a cabalidad.
A la llegada de Cabalán como secretario, Gustavo Fernández recibió el mismo encargo por parte de su jefe y amigo.
El choque de trenes fue inevitable.
Fernández intentó a toda costa dar un golpe de timón.
Operó con directores de área y demás personal de confianza para el fortalecimiento de Macari.
A la par, tomó interlocución directa con constructores y prestadores de servicios beneficiados con contratos para darles a conocer las nuevas reglas del juego.
El mensaje fue muy claro: hay un nuevo jefe en la plaza.
Lo anterior tuvo como consecuencia directa el que intereses concretos de Gali se vieran afectados y que Artasánchez fuera inevitablemente desplazado.
A la par, la campaña por la presidencia municipal de Puebla llegaba a su punto culminante.
A pesar de las constantes alertas de Artasánchez, simplemente no había tiempo ni cabeza para resolver el conflicto.
El conflicto escaló de tal manera, que la coexistencia de ambos personajes en el mismo feudo se volvió imposible.
Enfrentamientos, bloqueos, consignas y saboteos, fueron la constante.
Facturas a pagar de algunos constructores y otras empresas diversas fueron congeladas y enviadas al archivo muerto.
Y así duraron meses.
Hasta hace poco, que el gobernador Moreno Valle decidió tomar cartas en el asunto.
Informado por ambas partes de la situación, el mandatario estatal optó por la típica salomónica y dio la orden de correr a ambos personajes “inmediatamente”.
“Muertos los perros, se acabó la rabia”- pensó.
Así se procedió.
Los dos recibieron sendos mensajes personales de sus respectivos protectores, en donde se les informaba que, por lo menos oficialmente, dejaban ya de laborar para el gobierno del estado.
Sin embargo, ninguno se ha ido completamente.
A pesar de no haber sido nombrado para algún cargo en la administración pública municipal, Luis Artasánchez, “por fuera”, sigue siendo el hombre de confianza que cuida los intereses del hoy alcalde.
Dicen los enterados, que todo, absolutamente todo sigue pasando por su manos.
El caso del marinista Fernández es similar, pero con un detalle que no es menor:
A pesar de su despido, sigue siendo una presencia constante en las oficinas de la Secretaría de Infraestructura, en donde aún tienen un peso específico real sus decisiones y acuerdos.
Sí, a pesar de la orden del gobernador.