Es que Blanca Alcalá es la carta fuerte de Ivonne Ortega, quien por encomienda directa de César Camacho, se ha echado al hombro la responsabilidad de impedir el hundimiento total e irremediable del priismo poblano.
No habrá de otra.
La ex alcaldesa será, otra vez, víctima de su circunstancia.
Esta vez, quizá para mal y totalmente en contra de su voluntad.
Para evitar un nuevo ridículo en su carrera, la secretaria general del PRI la ha marcado definitivamente como contendiente para un proceso cuyo desenlace, por lo menos hoy, se ve sumamente complicado para los tricolores.
Sin embargo, Ortega jugará de acuerdo a lo que marca el “librito” y privilegiará los fríos criterios de rentabilidad electoral al momento de perfilar al candidato.
Ahí, Alcalá supera por mucho a quienes podrían competirle la nominación.
Además, la poblana encaja perfectamente en la estrategia ordenada por el presidente Peña a su partido y que consiste en apoyar perfiles de mujeres que compitan como candidatas a integrar la próxima cámara de diputados federal y que busquen posiciones importantes en estados gobernados por partidos opositores.
El círculo se cierra de manera perfecta.
Dos personajes cercanos a la senadora serán fundamentales para sensibilizarla y que al final acepte estoica su irremediable sino.
Ambos, ocupan un lugar especial en sus quereres políticos.
El primero es Emilio Gamboa Patrón, coordinador de la bancada priista en el Senado.
El otro, Jorge Estefan Chidiac, director general de Bansefi.
No habrá de otra: Blanca tendrá que ser institucional y seguir al pie de la letra el destino que le marque su partido.
Le guste o no.
“Aunque no quiera”, tal y como reza la frase lapidaria que podría marcar para siempre su carrera política.
No es previsible otro escenario.
El gen de la ruptura, simplemente no está activo en su ADN.
Por estas razones, su reciente descarte mediático para aspirar a la minigubernatura servirá simplemente para sazonar el anecdotario político local.
O quizás para ella, en lo personal, pudiera serle útil como un ejercicio catártico para asimilar que tendrá que enfrentarse a un futuro que, simple y sencillamente, no está en sus manos decidir.
A la carta