Se metió hasta donde estaba la feliz pareja y fue recibido con un madrazo que lo paró en seco.
Se fue a acusar.
Días después una connotada escritora mexicana departía con el mandatario, hijo y otros políticos que se dieron cita en un hotel rumbo a la zona de Tepoztlán para participar en una tertulia.
En eso vieron llegar a otro gobernador de la mano de quien ahora resulta ser su primo.
Y quiso reclamar.
El mandatario lo paró en seco: “a ver, a ver, aquí mando yo, que no se te olvide”.
Y el homólogo trató de matizar, rodeado de guaruras: es que tu hijo le pegó a mi primo.
El junior le dijo “no, no le pegué, pero ahora sí lo voy a madrear” y se le fue encima.
Un botellazo recibió el ex funcionario de Puebla y actual burócrata municipal.
Anduvo con su parche algunos días.
El gobernador de allá le dijo a su homólogo de acá: a ver, la muchacha ya está comprometida, que la deje en paz, la respete. Si no pudo, pues ya no podrá.
La escritora sólo alcanzó a comentar: pobre México si llega un tipo como ese a gobernar.
A los gobernadores ya no se les ha visto juntos.
Se distanciaron.
El de acá ahora le hace la guerra al de allá.
El gasoducto es un buen pretexto.
La inseguridad también.
Que los pueblos se opongan.