Más allá de la coincidencia de haber realizado estudios de posgrado en Inglaterra, a Moya Clemente y Corta Fernández los une no sólo una absoluta afinidad ideológica en lo que a postulados de política económica se refiere, sino una larga, fructífera y cercana amistad personal.
Sus caminos se cruzaron en el sector público a principios del nuevo siglo, coyuntura histórica para el país, cuando en teoría se dio el tan anhelado “cambio político” en México.
En el imaginario colectivo nacional, Vicente Fox era el mesías que por fin le devolvería el rumbo al país, Moya y Corta fungían como parte de sus numerosos apóstoles.
El salinismo regresaba por sus fueros y se apoderaba de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a través de Francisco Gil Díaz, hoy señalado por sus fuertes ligas con Oceanografía.
Uno de sus grandes retos, modificar de raíz el financieramente inviable sistema de jubilaciones y pensiones de los trabajadores del sector público y generar un esquema distinto de operar el ahorro para el retiro de quienes formaban parte de la economía formal a través de las afiliaciones al Seguro Social.
En el 2001, José Vicente Corta Fernández fue designado como cabeza de este esfuerzo a través de la presidencia de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR).
Era la vuelta de este personaje a la SHCP, a la que había ingresado ya en 1991.
Una de las primeras acciones de Corta fue nombrar a Roberto Moya Clemente como su Vicepresidente de Supervisión y Operaciones.
En poco más de dos años de trabajo conjunto, ambos personajes lograron cumplir con creces con la encomienda otorgada y al mismo tiempo se sentaron las bases de una sólida amistad.
Es más, en agosto de 2003, cuando salió Corta Fernández de la CONSAR y llegó en su lugar Mario Gabriel Budebo, Moya ya estaba etiquetado como parte del equipo de incondicionales de Corta y fue relevado de manera fulminante de su cargo por Juan Carlos Zepeda Molina.
Fue en ese año cuando Corta Fernández se integró como socio a la firma White & Case y lo convirtió en uno de los consorcios de abogados más poderoso del país.
A pesar de que el destino los llevó por derroteros distintos, la relación profesional y personal entre ambos siguió siendo muy estrecha.
Es más, una de las primeras acciones de Moya como Secretario de Finanzas fue la de reformar el sistema de jubilaciones y pensiones estatal bajo un esquema idéntico al ideado e implementado junto con Corta Fernández en la CONSAR.
Un modesto homenaje al maestro y amigo, faltaba más.
Prueba fehaciente de que la relación no solo continúa, sino que goza de cabal salud fue el hecho de que Moya compartiera mesa y se le viera muy animado junto a Corta Fernández en abril de 2013, durante una cena despedida en honor a Gerardo Rodríguez Regordosa, organizada por el propio José Antonio Meade en la ciudad de México, antes de que el poblano ex subsecretario de Hacienda viajara a Nueva York para integrarse a la firma Black-Rock.
Todo lo anterior sirve para entender por qué Corta Fernández y White & Case se han convertido en sinónimo de influencia y negocios al amparo del poder en Puebla.
Sólo un personaje con el poder y peso de Moya Clemente hubiera logrado que la firma tuviera la exclusividad en el diseño y conformación del marco jurídico que regula las concesiones y contratos más importantes para la actual administración.
Incluyendo la aberración de haber sido el despacho de Corta, asesor de Amado Yáñez, quien le hizo a OSA Constructora, propiedad de Yáñez, una concesión a modo para operar por 30 años bajo el esquema de PPS la autopista Cuapiaxtla – Cuacnopalan.
Y lo peor, las aberraciones ahí no acaban; aún hay más.