Uno se fue a un extremo y el otro al lado contrario.
Forcejearon un buen rato hasta que quedaron exhaustos, pero el sofá no se movió.
-Olvídelo, jamás podremos meter esto-, dijo el hombre.
El vecino lo mira con extrañeza y le pregunta:
-¡Ahh! Cómo… ¿Era meterlo?-