En la aduana, haciendo los tramites, el empleado le preguntaba, lógicamente en inglés.
– Buenos días señor, ¿me entrega su documentación y el de su esposa?-.
– Aquí las tiene, caballero-.
La mujer, como no entendía nada, le pregunta.
– Mi amor, ¿qué ha dicho?-
– Me ha pedido los papeles-.
El empleado de la aduana vuelve a preguntar.
– ¿Tienen algo que declarar?-.
– No, absolutamente nada-.
Nuevamente la esposa.
– ¿Que dice ahora, cariño?-.
– Que si llevamos algo que tengamos que declarar-.
Continúa el empleado con unas preguntas.
– ¿De dónde vienen ustedes, señor?-.
– Somos mexicanos, señor-.
Nuevamente insiste la mujer.
– Cariño, ¿qué ha dicho?-.
– Pregunta de dónde venimos-.
El empleado entonces comenta:
– ¡Mexicano! Estuve unos días allí hace tiempo. Magnifico país, estupendo clima y buenísima gastronomía, aunque tuve una experiencia un tanto negativa. Conocí a una mujer que era insoportable, no me dejaba en paz, no paraba de hablar, era lo más pesado que he conocido en mi vida, hablaba y hablaba, como una cotorra. Es la peor experiencia de mi vida.
– ¿Qué ha dicho, cielo?-
– Que te conoció en México, mi amorrrr…!-