23-11-2024 12:55:53 AM

La fallida génesis del tan cacareado “nuevo PRI”

tempestad03

Se trató simplemente de un pegajoso slogan de campaña, de un mea culpa mediático que jamás se planteó seriamente una forma diferente de hacer política.

Lo anterior no puede ni debe sorprendernos.

En el mismo ADN priista se encuentra un gen autoritario, dinosáurico, inoculado en su sistema desde el fin mismo de la lucha revolucionaria y que tal parece que se transmite políticamente a sus nuevas generaciones, a sus cuadros más jóvenes.

Un partido que nace desde el poder mismo y no con el objetivo de competir con él en igualdad de circunstancias y sin ventaja alguna, tarde o temprano, por más maquillaje democrático que se embarre, sacará su verdadera cara.

La iniciativa de ley en donde se intenta que la Secretaría de Gobernación federal sea otra vez ese núcleo cerradísimo en donde se concentra todo el poder del Estado, nos hace recordar aquellos tiempos de Gutiérrez Barrios y su Dirección Federal de Seguridad.

Con todo lo que eso implica.

La pedantería con la que se hizo instalar el  tan anticipado cerco de seguridad alrededor del palacio legislativo de San Lázaro, sin importar la afectación en el libre tránsito de cientos de miles de ciudadanos, inevitablemente trae a la memoria ese PRI cupular, vertical, egocéntrico; ajeno al interés de las mayorías y preocupado sólo por su beneficio particular.

Ya para qué profundizar en el perfil de los miembros del gabinete, algunos dinosaurios consumados y otros, ahijados políticos de fieles representantes del más rancio pleistoceno tricolor.

¿Qué me dice del fallido operativo de seguridad implementado en el primer cuadro de la capital, el día de la toma de protesta, y su represivo saldo?

Con el sello de la casa.

Le repito, esto no debe sorprender a nadie.

Con una contundencia que espanta, ha quedado demostrado que el PRI que gobernará el país los próximos seis años, es el mismo de siempre.

Si el tricolor se hubiera renovado, no habría recurrido a aquellas viejas prácticas en las que se doctoró para volver a la presidencia de la República.

Un “nuevo PRI” hubiera tenido un poco de conciencia social y lo hubiera pensado dos veces antes de lucrar electoralmente con la miseria de millones de mexicanos.

La compra y la coacción del voto, aprovechándose del hambre de las clases sociales más necesitadas del país, en un México con más de 60 millones de pobres, es un auténtico crimen social.

No se le puede llamar de otra manera.

El gasto y el dispendio que ensayó el partido en aras de amarrar este triunfo electoral jamás se habían visto en la historia política del país, inclusive en aquellos tiempos del régimen de partido único.

El rebase al tope de recursos que establece la Ley Electoral fue escandaloso.

Las dudas sobre el origen de esos recursos, son todavía peores.

No sólo la operación financiera de los gobernadores emanados del tricolor y de algunos otros con los que se llegó a acuerdos concretos, con el consiguiente uso electoral de programas sociales.

No sólo la abierta operación de Elba Esther Gordillo a través del sindicato magisterial y los “apoyos” de movilización y de dinero orientados a la victoria de Peña Nieto.

Lo grave de este tema es la posibilidad de que grupos fácticos de poder hayan tenido que ver con el financiamiento de las actividades políticas del PRI y por consiguiente haber influido directamente en la elección del hoy presidente, con todo lo que ello implica.

Un “nuevo PRI” hubiera respetado las reglas del juego, haciendo todo lo posible por competir en igualdad de circunstancias, privilegiando el programa y la oferta electoral.

Si existiera un “nuevo PRI” intentaría ser incluyente con aquellos sectores que abiertamente han mostrado un rechazo concreto a su oferta política.

No lo fueron con los jóvenes, un sector de la sociedad que por muchos años ha sido olvidado por el priismo y que demostraron tener no sólo capacidad de movilización social, sino peso específico electoral real en el resultado final de la elección.

A fin de cuentas, hoy que son gobierno lo tendrán que aprender, pero a un costo monumentalmente mayor que si lo hubieran hecho en plena campaña.

Se comportaron como el PRI de siempre.

No los vieron ni oyeron durante el proceso (coincidentemente, Salinas dixit)

Si el PRI se hubiera renovado tal vez no hubiera recurrido a la anquilosada estrategia de intentar la unificación de criterios a través del uso a conveniencia de medios masivos y encuestadoras a modo.

Lo anterior, en el México de hoy, resulta una falta de respeto a una buena parte del electorado capaz de emitir un voto razonado sin  necesidad del enorme bombardeo propagandístico desplegado.

Al final, estos medios y esas encuestadoras perdieron en credibilidad y prestigio al haber vendido hasta la saciedad un escenario político que no se dio en los hechos.

El “triunfo contundente” de Peña Nieto, cacareado durante toda la campaña y sostenido a sangre y fuego hasta el miércoles previo al proceso, se redujo en realidad a poco más de 6 puntos porcentuales, lo que cambia radicalmente el entorno en el que el priista gobernará.

Más del 60% de los votantes eligieron otra oferta electoral, quisieron un México diferente al que tendremos los próximos seis años y por las buenas o las malas tendrán que ser tomados en cuenta por el nuevo jefe del ejecutivo federal.

Claro que hoy, en plena borrachera triunfalista, esto no le importa al “nuevo PRI”.

Tal y como lo hacía el viejo PRI, gritan a los cuatro vientos que lo único importante para ellos era ganar la elección, que el fin justifica los medios y que ya se preparan para otros 70 años en el poder.

Dicen algunos que la definición de la locura es hacer reiteradamente las mismas cosas esperando un resultado diferente.

La película que veremos a partir de diciembre la vimos durante décadas y conocemos de sobra el final.

Aún así, la mayoría de la minoría cinéfila nacional decidió volver a ponerla en cartelera.

Ni hablar.

latempestad@statuspuebla.com.mx

Twitter: @ValeVarillas

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