07-11-2025 03:07:08 AM

México, un país agotado

Por Yasmín Flores Hernández

 

A usted que me escucha y me lee,  quisiera hoy entregarle una columna luminosa.

 

Una columna que hablara de logros, de avances, de esperanza.

 

Quisiera escribir sobre un México que crece, que se ordena, que se respeta a sí mismo, quisiera presumirle que somos un país que honra la vida.

 

Pero no puedo, sería mentirle.

 

No me gusta hablar de mi país y de mi estado resaltando a los corruptos, a los asesinos, a la impunidad… ni decir que México está gobernado por el narco en sus tres niveles de gobierno.

 

No me gusta, no lo disfruto, no me enorgullece escribir eso.

 

Pero eso es lo que tenemos.

 

Eso es lo que pasa.

 

Eso es lo que vivimos.

 

Eso es lo que duele.

 

Y si no lo decimos, si no lo denunciamos, si no lo confrontamos, entonces la mentira y el silencio se vuelven cómplices de este horror cotidiano.

 

Comencemos…

 

Carreteras que hablan, alcaldes que caen, y un gobierno que no escucha.

 

A usted que me escucha y me lee: hoy México amaneció con algo más que cansancio.

 

Amaneció con la certeza incómoda de que la vida cotidiana se está negociando en el asfalto y la política municipal se está resolviendo en los panteones.

 

Entre ambos extremos bloqueos y funerales se dibuja el estado emocional del país: desprotección.

 

Primer acto:

 

El campo tomó las rutas y la conversación.

 

No fue capricho, fue supervivencia.

Productores de maíz, ganaderos y transportistas se plantaron en carreteras, casetas y accesos estratégicos.

 

¿Por qué?

 

Porque la cuenta no les da y porque nadie los protegió ni de los precios ni del crimen organizado.

 

El nudo del maíz.

 

Los agricultores del Bajío y otros estados exigen $7,200 pesos por tonelada; el Gobierno ofreció $6,050.

El mercado spot ha oscilado entre $5,000 y $6,000, pero el pequeño productor carga costos que ese “promedio” no ve: diésel, flete, fertilizante, intermediación, extorsión.

 

La propuesta oficial, presentada por la Secretaria de Agricultura y Desarrollo, detonó los bloqueos al considerarse insuficiente. 

 

¿Dónde se sintió?

 

En cuestión de días, hubo afectaciones en 7 a 12 estados según corte y hora: reportes oficiales y prensa registraron cierres y paso intermitente en tramos de Morelos, Sinaloa, Hidalgo, Michoacán y Guanajuato 12 bloqueos el 31 de octubre y luego extendidos a Jalisco, Querétaro y Edomex.

 

El pulso subió y bajó, con retiradas parciales y nuevos cierres según las mesas de diálogo. 

 

Transportistas: otra herida del asfalto.

Además del precio del grano, autotransportistas salieron el 03 de noviembre hacia el Zócalo de la CDMX para protestar por la inseguridad en carreteras y por el secuestro de un colega; denunciaron extorsiones semanales y robos de carga en rutas troncales.

 

En paralelo, otra agrupación Frente Amplio de Transportistas pospuso un megabloqueo en la capital tras abrir diálogo con Secretaria de Movilidad; ofrecieron disculpas a la ciudadanía pero dejaron claro que la presión volverá si no hay acuerdos. 

 

La arista criminal del limón y el aguacate.

 

En Michoacán, Bernardo Bravo, líder limonero de Apatzingán que denunció “cuotas por kilo”, fue asesinado.

La Fiscalía de Michoacán emitió ficha y recompensa contra “El Bótox” vinculado a Los Viagras como presunto autor intelectual; autoridades estatales y federales admiten que hay extorsión sistemática a productores.

 

Cuando sembrar te pone en la mira de una célula criminal, la economía deja de ser un Excel: y se vuleve terror contable. 

 

El precio no es técnica: es supervivencia.

 

El bloqueo no es gusto: es última herramienta cuando los despachos no escuchan.

 

La inseguridad carretera no es narrativa: son pólizas impagables, cuotas y robos.

 

Sin precio piso focalizado, compras públicas ágiles y operativos contra extorsión en agro-cadenas (limón/aguacate), el asfalto seguirá siendo mesa de negociación. 

 

El Gobierno de Claudia Sheinbaum llega a su primer año con la promesa de “justicia social” y “no militarización”, mientras el campo le recuerda que la estadística nacional no se come.

 

La protesta del maíz se suma a una geografía de extorsiones al sector limón y aguacate Michoacán y Jalisco, donde organizaciones criminales imponen “cuotas por kilo”, atoran cosechas y “administran” la violencia.

 

¿Quién protege al que produce?

 

¿Quién protege al que denuncia? 

 

Radiografía en 5 hechos duros:

 

  1. La demanda del campo: $7,200/t maíz vs $6,050 del Gobierno.

 

  1. 22 estados con afectaciones viales en el pico de la protesta.

 

  1. En Guanajuato: hasta 20 puntos con bloqueos; luego paso parcial.

 

  1. Quinto día: tramos cerrados en Sinaloa, Guanajuato, Querétaro, Michoacán.

 

  1. El conflicto no es solo precio: es costos, crimen y reglas.

 

Mi lectura.

 

Si el Gobierno apuesta a que el cansancio venza al campesino, se equivoca: el agotamiento ya venció al país entero en traslados, inflación y riesgo de abasto.

 

Y si el campo normaliza el bloqueo como única vía de negociación, perdemos todos.

 

El punto medio es una salida multicomponente:

 

1) precio de intervención temporal y focalizado al pequeño productor;

 

2) compra pública con logística estatal para bajar costos de acopio;

 

3) seguro catastrófico real, no de brochure;

 

4) persecución penal a extorsiones del CJNG y células locales que ordeñan limón y aguacate;

 

5) mesa técnica con metas y calendario, pública y verificable. Sin eso, el asfalto seguirá siendo mesa de diálogo. 

 

Segundo acto:

 

Un país que entierra alcaldes

 

A usted que me  escucha y me lee, le voy a pedir algo: imagine que recibe una llamada avisándole que alguien cercano fue asesinado.

 

Imagine ese nudo en la garganta, esa impotencia, la incertidumbre de no saber ni quién, ni por qué, ni qué va a pasar después.

 

Ahora piense que esa llamada no llega por haber caminado tarde en la noche o por una mala decisión.

 

No.

 

Esa llamada llega porque esa persona se atrevió a servir, porque tuvo el valor de representar.

 

Porque levantó la voz, porque exigió, porque se negó a normalizar lo que todos ya normalizan.

 

Eso pasó con Carlos Manzo, alcalde de Uruapan.

 

Y lo que más duele, lo que más hiere, lo que más arde, es que él sabía que lo querían matar.

 

Lo sabía.

 

Por eso denunció públicamente la presencia de grupos armados en Uruapan, denunció que esos grupos traían armamento de guerra, denunció el reclutamiento de jóvenes extranjeros  colombianos para operar dentro de Michoacán.

 

Denunció que el crimen se había apropiado del territorio, denunció que el “abrazo y no balazo” había fracasado.

 

Lo dijo así:

 

“La estrategia no funciona, sólo aumentó la criminalidad, las extorsiones y los amagos”.

 

Y exigió que el gobierno federal ayudara. Incluso pidió la intervención directa de Omar García Harfuch.

 

Lo hizo público y lo dijo a cámara.

 

Y también dijo otra frase brutal que hoy retumba como sentencia:

 

“No quiero ser un alcalde más de los ejecutados.”

 

Presentó además 98 denuncias penales contra el gobierno municipal anterior por presuntos actos de corrupción.

 

Y lo mataron.

 

Pidió ayuda, pidió apoyo. Exigió presencia federal.

 

Tenía Guardia Nacional para cuidarlo. Y aún así lo mataron.

 

En lo que va del gobierno de Claudia Sheinbaum han sido asesinados 10 presidentes municipales.

Diez alcaldes ejecutados en menos de un año.

 

Esta es la realidad que nadie quiere decir así: gobernar un municipio en México es una actividad de alto riesgo.

No lo dicen en los informes, no lo dicen en las mañaneras, no lo dicen en los spots.

 

Pero lo muestran los ataúdes.

 

¿Qué Estado presume control territorial cuando no puede salvaguardar la vida de los alcaldes?

 

¿Qué clase de federación es esta donde pedir auxilio solo sirve para posponer unas semanas el destino?

 

Aquí no hay narrativa política posible.

 

Hay un cadáver, hay un municipio que queda descabezado, hay una comunidad que se queda sin autoridad, hay un Estado que solo observa.

 

Lo que pasó con Carlos Manzo no es violencia, es degradación del Estado.

 

Porque cuando el crimen tiene más logística, más inteligencia, más municiones y más territorio que el gobierno, lo que hay no es inseguridad: es sustitución de soberanía.

 

En Uruapan, quien tenía el control real no era el municipio, era el crimen.

 

Por eso la muerte de Carlos Manzo no es solo un homicidio político.

 

Es el mensaje.

 

El crimen dejó claro que puede matar alcaldes aunque tengan Guardia Nacional.

 

El crimen dejó claro que puede matar alcaldes aunque pidan refuerzos.

 

El crimen dejó claro quién manda.

 

Y este es el cierre que duele escribir pero es necesario:

 

Cuando matar alcaldes se vuelve rutina, significa que el crimen gobierna y el Estado obedece.

 

Carlos Manzo ya no está.

 

Flores en su tumba, discursos huecos, comunicados oficiales.

 

Pero el mensaje que queda vivo es este:

En México, hoy, quien gobierna es el narco.

 

Sábado 1 de noviembre quedara en la memoria de todos como hace 30 años con la muerte de Colosio solo que ahora fue en Uruapan, Michoacán.

 

Carlos Alberto Manzo, alcalde en funciones, es asesinado a tiros durante el Festival de las Velas.

 

Hay un atacante abatido, dos detenidos/heridos según reportes iniciales; el Gabinete de Seguridad confirma el deceso esa noche.

 

El video del caos multiplica el horror: fue frente a su gente.

 

Autoridades federales, como Omar García Harfuch abren todas las líneas de investigación, con el antecedente de que el alcalde ya contaba con protección por amenazas previas.

 

El Estado sabía y llegó tarde. 

 

No es un hecho aislado.

 

2025 ha sido un año de homicidios políticos municipales:

 

Miguel Bahena, alcalde de Pisaflores, Hidalgo (20 de octubre): la investigación condujo a la detención del director del DIF como presunto autor intelectual; ya hay vinculaciones y prisión preventiva informadas por autoridades y prensa. 

 

Lilia Gema García Soto, San Mateo Piñas, Oaxaca (15 de junio): un grupo armado irrumpió en el palacio municipal y la ejecutó con armas largas. 

 

Otros casos completan la lista de alcaldes asesinados en 2025 los conteos varían por incluir suplentes, exalcaldes y electos.

 

Que la muerte de Carlos no quede sólo en el recuerdo.

 

Que sea un recordatorio de lo valioso que es denunciar, de la importancia de levantar la voz y de hacer valer el amor profundo por su municipio.

 

Carlos murió haciendo lo que tantos otros temen: confrontar al crimen, exhibir la corrupción y defender a su gente.

 

Descanse en paz y que sus familiares encuentren pronta resignación y mucha fuerza para enfrentar este dolor.

 

Que su nombre no se borre de la memoria.

Que su lucha no se apague con su ausencia.

 

Porque la violencia en México no solo se expresa asesinando alcaldes.

 

Tres constantes que un país debe mirar de frente:

 

  1. Economía criminal territorial. Donde hay renta ilegal en madera, minería, combustible, limón, aguacate, hay poder de matar.

 

El asesinato de Bernardo Bravo y la recompensa por “El Bótox” muestran el triángulo producto–territorio–terror. 

 

  1. Instituciones perforadas. Pisaflores exhibe la captura interna: un funcionario municipal como presunto autor intelectual. Es poder contaminado, no ausencia de Estado.

 

  1. Protección reactiva. Escoltas que no cubren agendas masivas ni traslados; coordinación deficiente entre Guardia Nacional, fiscalías y policías. Manzo pidió apoyo; lo mataron en un evento público.

 

Una memoria que no se puede borrar:

 

Homero, el guardián de las mariposas.

Aunque no fue alcalde, el asesinato del activista Homero Gómez González (2020) quedó como símbolo de cómo la defensa del territorio bosque, agua, vida te pone en la mira.

 

Su caso volvió a ser revisitado en 2024–2025 por documentales e informes; hoy, en el mismo Michoacán, la política municipal y la economía del bosque y del campo siguen bajo amenaza.

 

La lección: cuando el crimen administra el territorio, asesina a quien lo protege o lo gobierna. 

 

Tercer acto:

 

Lo que la gente siente frente a Sheinbaum.

 

Primer año real de gobierno enero–noviembre 2025.

 

La promesa era “justicia sin militarización”, “orden con derechos”, “eficiencia científica”. La experiencia cotidiana del productor, del chofer, del vecino es otra: simplemente soledad.

 

¿Qué dicen las calles?

 

Dicen que para ser escuchados hay que bloquear.

 

Que para sobrevivir hay que pagar cuota.

 

Que por denunciar te matan.

 

Que para gobernar un municipio necesitas un milagro.

 

Las marchas de transportistas por inseguridad carretera, el paro pospuesto por diálogo con SEMOVI y las amenazas de nuevos bloqueos lo gritan con claridad. 

 

El error del poder no es desconocer las cifras; es desconocer las vísceras.

 

La popularidad sube y baja con el anuncio; la confianza se mide en el trayecto a casa.

 

Preguntas que hoy millones responden con miedo:

 

– ¿Mi hijo regresará vivo?

 

– ¿Lo que siembro me alcanza?

 

– ¿Mi alcaldesa/mi alcalde terminará su mandato?

 

Cuando esas respuestas son no, no hay mañanera, ni lomos de estadísticas, ni “narrativa” que reconstruya el pacto emocional.

 

Aquí hay algo que el Gobierno no está queriendo ver: México ya no confía en la versión oficial de la realidad.

 

El ciudadano promedio ya no se deja seducir por la estadística ni por la frase de “todo va bien”.

 

La gente está viviendo otra cosa.

 

La gente siente que este gobierno no escucha.

 

Que sólo responde cuando la presión llega a la carretera.

 

Que sólo se mueve cuando un homicidio se hace viral.

 

¿Qué siente el productor?

 

Siente que su trabajo se está volviendo ruleta rusa: entre la extorsión del crimen y la indiferencia federal, sembrar se volvió un acto de fe y un acto de riesgo.

 

¿Qué siente el transportista

Siente que su vida vale un tractocamión robado.

 

Siente que el gobierno no está cuidando ni las rutas, ni su seguridad, ni su regreso a casa.

 

¿Qué siente el ciudadano que ve caer alcaldes?

 

Siente que si matan al que gobierna, ¿qué queda para el que solo trabaja, conduce, siembra, vende, transporta o estudia?

 

La gente siente desprotección.

 

La gente siente abandono.

 

La gente siente miedo, pero uno más profundo: miedo institucional.

 

Ya no es miedo a “los malos”.

 

Es miedo a que “los buenos” no tengan fuerza para proteger.

 

Sheinbaum llegó prometiendo orden racional, “ciencia”, eficiencia de Estado…y lo que hoy se respira es desencanto.

 

En las conversaciones de comedor, de tiendita, de taxi, de WhatsApp familiar, la frase que más se repite es: “no está mejorando nada”

 

La popularidad puede inflarse con propaganda.

 

Pero la confianza… esa solo se mide cuando apagas el noticiero y sales a la calle.

 

Y en esa encuesta diaria la de la vida real Sheinbaum está reprobando.

 

México no está esperando que ella sea heroína.

 

México quiere algo más simple y más profundo: que gobierne y no que rete a la ciudadania.

 

Porque gobernar no es hablar bonito.

Gobernar no es decir “vamos bien”.

 

Gobernar es hacer sentir al ciudadano protegido.

 

Y hoy, este país no se siente protegido.

 

Hoy el país se siente solo.

 

Y eso, para cualquier democracia, para cualquier Estado, para cualquier gobierno…es mortal.

 

México está despertando.

 

Las carreteras, los sembradíos, las plazas municipales y los funerales están hablando más fuerte que los discursos oficiales.

 

Como dijo Manzo: pueden matar al mensajero… pero no el mensaje.

 

Denunciar es morir en manos del crimen organizado.

 

Porque el mensaje está en la calle, en el campo, en las familias que trabajan y entierran a los suyos:  mnMéxico ya entendió que el silencio no sirve.

 

Este país está saliendo del letargo.

 

Y cuando un pueblo despierta, ningún poder lo vuelve a dormir.

 

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