Por Alejandro Mondragón
Se cumplió el primer año de gobierno en la capital de José Chedraui Budib.
Una forma de medir la gestión, sin duda, tiene que ver la relación con el gobernador Alejandro Armenta Mier.
No se trata de andar de luna de miel o de hiel, sino que ambos (Chedraui y Armenta) transitan por el mismo camino.
Le han entrado, sin condiciones, a atender el dolor de cabeza social y político que significa el bacheo en la capital y zona metropolitana, sin protagonismo ni escatimar recursos.
Nada más hay que poner otros espejos de la relación de gobernador y alcalde de la capital en su primer año para dimensionar si existe o no rupturas o enconos.
Mariano Piña Olaya impulsó la Junta de Mejoras con la derecha poblana para quitarle recursos y presencia con obra pública en la ciudad al entonces edil Guillermo Pacheco Pulido.
Manuel Bartlett Díaz acordaba con el síndico Ricardo Menéndez Haces en lugar de Rafael Cañedo Benítez; luego le fue peor porque llegó Gabriel Hinojosa Rivera con el PAN con enfrentamientos todos los días: el control del Soapap, la zona comercial de San Francisco y otras acciones que hacía el mandatario para desplazar al alcalde.
Melquiades Morales Flores le echó a Mario Marín al órgano de fiscalización y se opuso rotundamente a su proyecto a la gubernatura, después que tras los sismos de 1999, el edil aparecía supervisando la reconstrucción y el góber andaba ahogado en las inundaciones que a la par se dieron en la sierra norte. Con Luis Paredes Moctezuma vivió la lejana distancia.
Mario Marín jamás toleró a Enrique Doger y visceversa. Obstaculizó sus programas y lo mandó a vigilar permanentemente. Luego, llegó Blanca Alcalá y tampoco le permitía sobresalir.
Rafael Moreno Valle le hizo la vida de cuadritos a Eduardo Rivera, ambos del mismo partido. Lo mandó a espiar, no dejó que se asomara al balcón de Palacio Municipal en la primera ceremonia del Grito de Independencia y luego le echó al órgano fiscalizador y le quitó a los policías estatales. Rompió el convenio de colaboración que se tenía.
Llegó Antonio Gali Fayad. Aunque siempre fue considerado su Delfín, lo cierto es que tuvieron desencuentros por el afán morenovallista de controlar todo. A mentadas acabaron algunas reuniones, como aquella cuando al edil se le ocurrió adelantar el proyecto de reconstrucción del distribuidor 475 en el Circuito Juan Pablo Segundo.
Como mandatario Antonio Gali solía meter a la congeladora proyectos o apoyos de Luis Banck, a quien consideraba una posición de Moreno Valle, no suya.
Y Miguel Barbosa con los Rivera. A la Claudia la trajo a raya y documentó malos manejos; en tanto a Eduardo terminó por montar sus fiestas patrias en Casa Aguayo.
Ahora sabemos cómo va la relación Chedraui Armenta.