Por Valentín Varillas
Si en esto de la cosa pública sigue siendo vigente aquella frase que asegura que la forma es en realidad fondo, en las celebraciones patrias hay un par de temas valiosos que urge rescatar.
El primero tiene que ver con el discurso de la presidenta Sheinbaum y tiene como eje central el despolitizar las fechas cívicas; arrancarles su sesgo partidista.
Y la presidenta lo hizo muy bien.
A diferencia de López Obrador, la actual jefa del ejecutivo federal no cayó en la tentación de convertir la ceremonia del Grito en un burdo acto panfletario de promoción del oficialismo.
Como sucedió en lo seis años anteriores, en donde los vivas alcanzaban a Morena, a la 4T y a cualquier instancia de conveniencia política para el grupo en el poder.
Ahora, lejos de personalizarlo, de ponerle colores o partido, la arenga se centró en cuestiones prioritarias en el ejercicio de gobierno como la justicia social o la soberanía.
Todo esto, de la mano de la muy justa reivindicación de las mujeres en todo el proceso de conformación de México como país, hicieron que el debut de la presidenta en la fiesta de la independencia haya sido muy bueno.
Inmejorable.

Como también lo fue, un día después, el mensaje del Secretario de Marina.
El almirante Raymundo Pedro Morales, contra todo pronóstico, le entró de lleno al tema de la corrupción al interior de las Fuerzas Armadas nacionales.
Y llamó las cosas por su nombre.
Reconoció, con todas sus letras, que la institución se contaminó del poder corruptor de la delincuencia.
No huyó cobardemente con el pretexto de “los otros datos”, como se hacía recientemente y prometió una limpia absoluta, caiga quien caiga.
Un mensaje demoledor, en presente y en pasado, para aquellos que amasaron millonarias fortunas al amparo del huachicol fiscal.
Tanto al interior de la dependencia, como a sus socios insertados en distintos círculos de la vida civil del país.
Todo parece indicar que, ahora sí, van con todo y que este proceso diseñado y operado desde Palacio Nacional no tiene vuelta atrás.
Hubiera sido muy fácil, como se ha hecho históricamente, darle la vuelta a los temas polémicos.
Hacerse como que nada pasa y seguir dilatando el cada vez más urgente proceso de saneamiento de las instituciones públicas del Estado mexicano, controladas desde hace décadas por auténticos criminales.


