Por Valentín Varillas
En el ejercicio de gobierno, existe el enorme reto de empatar la percepción con la realidad.
El tema de la seguridad pública es el mejor ejemplo de lo anterior.
Encontrar la fórmula mágica para bajar el número de ciudadanos que se sienten inseguros en el lugar en el que viven y a la vez, las cifras oficiales en materia de incidencia delictiva.
En cuanto a corrupción se refiere, sucedía siempre algo similar.
Entre más crecía el número de gobernados que aseguraba que el presidente en turno encabezaba una administración plagada de irregularidades, se desplomaba sin remedio su popularidad y aceptación.
El sexenio de Enrique Peña Nieto comprueba con toda contundencia esta hipótesis.
Sin embargo, algo cambió de manera radical a partir de la llegada de los gobiernos de la 4T que dejó sin efecto esta ecuación.
AMLO terminó su sexenio con cerca de un 80% de aprobación.
Al miso tiempo, en términos de opinión ciudadana y de indicadores reales, la corrupción se disparó como nunca.
Al cierre del 2024, México ocupó el lugar 126 de 180 países evaluados en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional.
Nuestro país ocupa el último lugar en la materia entre los países miembros de la OCDE.
Al mismo tiempo, encuestas del INEGI muestran que una gran mayoría de mexicanos considera que la corrupción es un problema “frecuente” o “muy frecuente” (83%) y que una parte “significativa” de la población (60%) ha experimentado ser víctima de corrupción o extorsión por parte de alguna autoridad.
A pesar de la contundencia de las cifras, López Obrador rompió todos récords de popularidad para un presidente mexicano desde que existe la medición.
Ganó caminando, con su candidata, la elección presidencial y se alzó con la mayoría absoluta en ambas cámaras del legislativo federal.
De locos ¿no?
Pues no, existe una solución muy sencilla, muy fácil, a este paradójico acertijo.
La respuesta está en el tema de las becas.
Sí, la entrega de dinero en efectivo como columna vertebral de la política social aplicada en el país desde hace más de seis años, es el arma letal que ha hecho pedazos a la oposición y que ha catapultado la imagen tanto de López Obrador como de Claudia Sheinbaum.
Aunque la corrupción siga reinando, graciosa e impune, en este país.
El México Mágico, diría el clásico.