Por Alejandro Mondragón
Es vergonzoso que ningún restaurante de Puebla sea estrella Michelín, pese a ser considerada patrimonio gastronómico de la humanidad.
La Guía Michelín evalúa restaurantes en función de varios criterios que incluyen la calidad de la comida, el servicio, la presentación y el ambiente.
En el último reconocimiento Michelín no se nominó a nadie de Puebla, mientras vecinas entidades como Oaxaca siguen sumando restaurantes con una y hasta dos estrellas.
Aunque La Guía Michelín sí recomienda lugares como La Purificadora, Moyuelo e incluso El Augurio, ninguna tiene estrella.
Hasta el milenio, Puebla se caracterizó por ser una entidad con tradición textil y comercial, pero ninguna empresa cotizó en la Bolsa de Valores.
Hubo firmas extranjeras asentadas en el estado, pero ninguna local. Quizá lo que ocurra es que después de la venta autos al extranjero, el dinero es la segunda fuente de exportación poblana.
Es risible que la amplia gastronomía poblana siga sin ser representada por restaurantes de primer nivel. En el morenovallismo, se intentó promover a El Intro, cuya chef era el que preparaba los alimentos al entonces gobernador; y El Mural de Los Poblanos, donde invitados y amigos del régimen panista iban a desayunar, comer y cenar a costa del erario.
Pero tampoco les alcanzó. En Puebla, hoy la infraestructura restaurantera es del siglo pasado. Pueden abrir lugares de moda que no acaban por durar seis meses.
Los negocios viven esperanzados a la llegada de la temporada de chiles en nogada, donde autoridades toleran que líderes de los restauranteros promuevan sus productos y se ignoren lugares con mejor cocina.
Hay que decirlo, los restaurantes poblanos, y su gastronomía, fueron rebasados por mucho por Oaxaca. En una de esas hasta Tlaxcala ya nos chinga.