Por Valentín Varillas
La nueva y cada vez más intensa relación con los Estados Unidos, servirá como un muy efectivo catalizador que hará que el nuevo grupo en el poder rompa lazos con el pasado reciente de una manera mucho más rápida.
Es evidente que se trata de un proceso lógico, natural y elemental en cualquier transición, pero la “cacería” que desde varios frentes ha iniciado el gobierno del presidente Trump, hará pedazos los pactos, amarres y compromisos que queden con los alfiles del lopezobradorismo.
Y es que, la ya famosa lista que definió Marco Rubio, Secretario de Estado del gobierno gringo, incluye a perfiles directamente ligados al ex presidente.
Personajes que no sólo no son cercanos a Claudia Sheinbaum, sino que le han jugado las contras en coyunturas importantes para la jefa del ejecutivo federal.
Monreal y Adán Augusto, por ejemplo.
Desde el legislativo, han optado por modificar radicalmente iniciativas enviadas por la presidenta en temas prioritarios para ella, privilegiando siempre sus intereses particulares.
En esos 44 nombres que se han manejado públicamente vienen los de gobernadores de estados clave en materia de infiltración y operación del crimen organizado, quienes no han cooperado, o de plano han saboteado la nueva estrategia en materia de seguridad pública.
Esa que desde hace décadas se ensaya de manera conjunta con nuestros vecinos del norte, pero que en los tiempos actuales está sujeta a una mucho mayor presión.
No es nuevo que agentes armados o vehículos militares norteamericanos operen a sus anchas en territorio nacional.
Pero hoy son más, muchos más.
Han hecho públicos sus objetivos en México y, a partir de la declaratoria de terroristas a los cárteles nacionales, cuentan con un enorme abanico potencial de posibilidades para actuar en nuestro país sin ningún contrapeso efectivo.
Únicamente el romántico y en los hechos poco útil concepto de soberanía.
Y no, no es con discursos patriotas como se va a llevar la relación bilateral.
Sheinbaum sabe mejor que nadie que romper y enfrentar, sería una catástrofe de consecuencias incalculables para todos.
Empezando por ella misma y su partido.
Se hará, como siempre, lo que ellos nos digan.
El tema es que cada vez piden más y quedan ya pocas cartas que jugar.
Van a apretar de tal forma que, en un plazo de tiempo muy corto, veremos el nacimiento y la consolidación del “claudismo” como nuevo grupo hegemónico.
Y es lo mejor que nos puede pasar.
Tener una presidenta que ejerza plenamente y a cabalidad todas las facultades inherentes a su cargo, dejando a un lado las siempre estorbosas e inútiles lealtades con el pasado.
El destino de México se juega hoy, en tiempo presente.
Y los que ya fueron, eso, ya fueron.
Para bien o para mal.
Que vengan ya los nuevos tiempos y que sean mucho mejores.